«El articulista no puede gozar de nada, porque todo, en su organismo, se vuelve literatura», escribió en una ocasión el periodista Julio Camba (1882-1962), buen conocedor de los deslizamientos periodístico-literarios, con una acertada expresión de la manera de ser periodista por ósmosis o simbiosis literaria que, sin temor a equivocarse, bien podría haber aplicado a su coetáneo Luis de Tapia (1871-1937).

Camba y Tapia, letraheridos y escritores al compás de la redacción y del reloj, han sufrido durante tiempo las consecuencias de ese tan lamentado silencio al que condena el periodismo de actualidad. Sin embargo, la literatura ha acabado por acudir al rescate de estas dos plumas peculiares, de la misma manera que en otras ocasiones el periodismo le ha servido a ella, dama altanera e ingrata, de sostén. Es así como hoy podemos celebrar el interés renovado hacia estos dos periodistas y la aparición de nuevas ediciones de sus textos, en gran medida aún hoy de plena actualidad. 

Muy recientemente, hemos tenido el placer de asistir a la recuperación de una joya de la obra de Luis de Tapia, sus poemas periodísticos, es decir, las piezas de variado color (satírico, burlesco, cómico, irónico) que fue publicando al compás del latido de la actualidad y, sobre todo, de la actualidad política que le tocó vivir. Estos poemas requerían, para poder brillar en todo su esplendor, de un artesanal y minucioso pulido, labor a la que se ha entregado, con infinita paciencia y buen saber hacer filológico, Álvaro Ceballos Viro, profesor de la Universidad de Lieja (Bélgica) y especialista los campos de la literatura y la edición de los siglos XIX y XX.

Las llamadas «coplas del día» de Tapia eran, por usar una imagen más cercana a nosotros, una suerte de tuits sostenidos del siglo pasado. Tal como ha indicado José Luis García Martín acerca de estos poemas, «eran esperados con impaciencia cada día por infinidad de lectores, no en vano aparecían en la primera plana de los periódicos más importantes»; de hecho, García Martín ha llegado incluso a comparar las composiciones de Tapia para distintas cabeceras de su época con las más recientes de Sabina para Público (e Interviú, habría que añadir, si bien salvando las distancias estéticas que separan a ambos autores). 

Discutido y admirado, Tapia era considerado como un verdadero poeta para los amantes de la poesía expandida y como un simple coplero (en el sentido peyorativo del término, «mal poeta») para otros muchos que limitaban la poesía a la más alta actividad estética, la Poesía con mayúsculas. No obstante, el propio Tapia se calificaba a sí mismo sin ambages como coplero y no ocultaba su sentido amplio y elevado de lo que implicaba la poesía como instrumento de crítica y como arma cargada de realidad (de futuro, que diría años más tarde Gabriel Celaya), como tampoco ocultaba su republicanismo y su ideario profundo de izquierdas sin sometimiento a partido alguno.

La visión que Tapia aplica a sus piezas breves y afiladas siempre actúa como contrapunto satírico y burlesco al presente, a los sucesos que atraen la atención del pueblo español en cada momento: a la política, sobre todo, pero también a la sociedad, a las costumbres, las opiniones y los credos perpetuados por tradición e imposición.

En estos tiempos en que la ecuación periodismo/olvido pierde parte de su efectividad debido a la remembranza digital por repetición y copia, justo es dedicar esta entrada de blog a celebrar esta edición de los poemas periodísticos de Luis de Tapia, el «poeta del pueblo», como fue denominado en su momento; justo y conveniente es recordar a quien ha sido uno de los periodistas más populares que ha dado la prensa española en el transcurso de su historia y que acaba de revivir a través del comentario y la crítica cuidada de Álvaro Ceballos.  

Ana Peñas

 

 

Imagen de la portada del libro

Imagen de la portada del libro

Luis de Tapia, Poemas periodísticos: antología comentada, Á. Ceballos Viro (ed.), Sevilla, Renacimiento, 2013.