Según cuentan, Hiram Johnson dijo en 1917 que «la primera víctima de una guerra es la verdad». Y si hay un momento en que esta frase cobra todo su valor es en el actual. No porque fuese menos cierto hace poco más de un siglo, sino por la dimensión en que se maneja la información hoy en día: a escala global. Si añadimos una guerra, en este caso la invasión de Ucrania, las fake news son sólo una arista más del poliédrico asesinato de la verdad.
Citando a este senador norteamericano, el doctor en periodismo Víctor Núñez esbozó este lunes el panorama comunicativo mundial en relación con la guerra iniciada por Rusia, dentro de la semana de ponencias de la UDIMA. El profesor repasó el entramado de medios a nivel global, los atropellos que se están produciendo a la libertad de prensa en el conflicto o las polémicas medidas adoptadas por Europa en contra del Kremlin.
Por un lado, hay que tener en cuenta que la información que nos llega sobre el conflicto está bastante condicionada por el bloque occidental (principalmente Europa y EEUU, y algunos países de la OTAN, como Canadá y Australia). Es decir, realmente hay cuatro grupos de comunicación que dominan la comunicación en occidente (Disney-Abc; Comcast, ViaCom-CBS y News Corporation). Más allá de los GAFA, que van ganando peso, gran parte del mundo se informa a través de estos entramados. Una gran concentración dominada por EE.UU..
En frente está Rusia, un sistema más «desconocido» para occidente, pero que sabe perfectamente el valor «geoestratégico» que tiene la información. Por ello se han dedicado desde el inicio del conflicto a usar la desinformación como un arma más contra occidente. Y en medio está Ucrania, donde el periodismo ha sido algo «frágil» desde que se inició la invasión: censura, persecución de «periodistas díscolos…», decía Núñez. «Si la libertad de expresión ya era precaria, ahora más». Pero, ¿la reacción de Europa ha sido acertada?
Guerra, censura y disidencia
Ante la flagrante desinformación que llega de Rusia, la UE decidió bloquear a los principales medios al servicio del Kremlin: el canal Rusia Today y la agencia Sputnik. Se acusa al entramado ruso de intervenir en conflictos nacionales, y se justifica este bloqueo porque no es una «prohibición general» ni, por tanto, «censura». Se trata, según dice el Servicio Europeo de Acción Exterior, de una medida «proporcionada» ante una clara amenaza para la paz y la seguridad europea, explicaba el profesor del Grado de Periodismo de la UDIMA.
Pero cuando hay federaciones y asociaciones de prensa internacionales que se manifiestan en contra de ese bloqueo, igual no está tan claro. «Hay juristas que lo cuestionan», comentaba el doctor. Y algunos periodistas más acostumbrados a salir del pensamiento mayoritario, como Soto Ivars, ven en este bloqueo un peligroso comienzo para aceptar la censura de «cualquier disidencia».
Lo que está claro es que, al menos en nuestro país (donde se acusa a Rusia incluso de haber intervenido en favor del movimiento independentista en Cataluña), los medios han «cerrado filas» con la visión europea. «No hay ninguna línea editorial claramente contraria a las medidas tomadas por occidente, en general», señalaba Núñez.
Tan sólo hay algunas voces, como las de Rubén Gisbert o Juan Manuel de Prada, que han sido acusados incluso de prorrusos, a pesar de haber condenado la invasión, simplemente por cuestionar determinadas medidas. Algunas de estas «voces transgresoras» optaron por abandonar temporalmente las redes sociales, como el Coronel Baños, que suspendió su actividad en ellas durante unas semanas.
Reporteros «de salón»
Pero, ¿y qué información se da en el frente? ¿Cómo se despliegan los corresponsales, que son «nuestros ojos y oídos» en el enfrentamiento directo? En un contexto en el que Putin ni siquiera habla de guerra, se han promovido leyes con penas de cárcel a periodistas. Muchos han tenido que abandonar el país para no pasar 15 años entre rejas por ser acusados de «prestar ayuda a Ucrania». La prensa se convierte en un objetivo más de la guerra.
En casi todas hay periodistas que fallecen, bien en un tiroteo, bien por daños colaterales del fuego de artillería. A principios de abril se contabilizaban ya siete periodistas muertos y 11 heridos en los dos meses de invasión. El profesor Núñez quiso homenajearlos, y repasó algunos casos como el de Pablo González (español de origen ruso), que fue detenido en la frontera polaca al inicio de la invasión, y del que «no se sabe mucho». Asociaciones y compañeros piden su liberación. Y mientras, Ucrania se convierte en un «parque temático»…
Voces como Antonio Pampliega o Pérez Reverte (corresponsal icónico de los conflictos de finales del siglo pasado en occidente), critican aspectos desiguales. Uno denuncia la precariedad y el falso apoyo del que se vanaglorian algunos medios desde España, que hablan de sus «corresponsales» cuando en realidad son freelances. Es decir, sin cobertura ni apenas remuneración por parte del medio.
Por otro lado, Pérez Reverte criticaba lo que llamó «reporteros de salón», que van al lugar de los hechos cuando ya ha pasado todo. Y donde sacar una foto a un gato en medio de la calle es lo más interesante que queda. «Frivolidad» y «falta de profesionalidad» eran las principales lanzas del prolífico autor.
Surge entonces la pregunta. ¿Es posible la objetividad periodística (entendida como «honestidad intelectual») en tiempos de guerra? Difícil responder de forma rotundamente afirmativa. Lo que está claro es que el decálogo de mandamientos de la propaganda de guerra de Arthur Ponsonby se mantiene «muy vigente». ¿No fue él quien dijo aquello de que «cuando se declara la guerra, la primera víctima es la verdad» hacia 1928? Ay… las fake news…
Responsable de comunicación en el Grupo Educativo CEF.- UDIMA y periodista en el diario TodoStartups.