La semana pasada acudí al Thyssen a ver una exposición fabulosa que nos introduce, a los profanos, en las artes del libro que tanto proliferaron en la India entre los siglos XII y XIX. Es una ocasión única para acercarse al arte del subcontinente indio al que pocas veces tenemos oportunidad de acercarnos.

La exposición Visiones de la India reúne 106 obras, entre manuscritos religiosos iluminados, libros ilustrados de poesía persa y álbumes, traídos del prestigioso Museo de Arte de San Diego. Este museo custodia más de dos mil piezas reunidas por el gran coleccionista Edwin Binney quien al morir en 1986 las legó al Museo de Arte de San Diego. Los comisarios de la exposición han pretendido mostrar la permeabilidad del arte indio, que recibió influencias persas, centroasiáticas y europeas, creando estilos y formas muy originales. La exposición nos permite constatar, también, cómo fueron, muy a menudo, los clientes ligados a tradiciones culturales muy diversas, quienes dieron una impronta tan heterogénea, pero al mismo tiempo singular, al arte indio.

El recorrido empieza en el siglo XII. Budistas, jainistas ye hinduistas encargaron la iluminación de textos religiosos que entregarían como donativos a los templos para incrementar sus méritos devocionales. Estas pinturas de colorido limitado y carácter bidimensional constituyeron una tradición autóctona que sobrevivió y convivió con las obras realizadas al guspo persa o europeo en los siglos sucesivos.
La segunda parte de la exposición está dedicada a las ilustraciones de obras literarias épicas y románticas persas, realizadas por artistas indios para una una elite cultivada en la India. En la tercera parte de la exposición descubrimos el esplendor de la pintura realizada en la corte del imperio mogol a partir del siglo XVI y hasta medidados del siglo XIX. Las obras de este periodo se caracterizan por un colorido brillante y por un gran detallismo que el visitante puede disfrutar gracias a una lupas que se le entregan al acceder a la exposición. El emperador Akbar (1556-1605) impulsó un taller imperial de siete maestros iraníes en el que trabajaron más de cien artistas locales. A esta fusión se añadió la penetración del estilo europeo llegado a la India a través de grabados que importaban los jesuitas y los viajeros portugueses, ingleses y holandeses. Es quizá uno de los aspectos más interesante que se muestran en la exposición.Siguendo el mismo hilo de los encuentros culturales, en la última sección descubrimo cómo, desde mediados del siglo XVIII, los comerciantes ingleses de la East India Company empezaron a encargar a artistas locales escenas de la fauna y flora indias, y exóticas vistas de país, todo ello para ser llevado a Europa a su regreso. Una vez más, los artistas indios demostraron su capacidad de adaptarse a las demandas y gustos extranjeros, dando sin embargo una impronta autóctona a su genial producción artística.

La exposición se podrá visitar hasta el próximo 20 de mayo en el Museo Thyssen de Madrid.