«Un proyecto atrevido». Así definió la expedición de Magallanes el veneciano que ejerció de cronista de la aventura, Antonio Pigafetta. Lo comentaba sin intuir que, en el recorrido, se encontrarían con los gigantes de la Patagonia.
El 22 de marzo de 2018 se conmemoró el V Centenario de la firma de las Capitulaciones de Valladolid, en virtud de las cuales, el rey Carlos I, en nombre de su madre también, Juana de Castilla, firmaba con los navegantes portugueses las condiciones de la financiación del viaje que pretendían realizar para llegar a las islas de las especias. El propósito era desembarcar en ese panal de rica miel que era el sudeste asiático, sin encontrarse con los rivales lusitanos que, prácticamente, monopolizaban el mapa de África.
La expedición partió el 10 de agosto de 1519 del muelle de Las Mulas, del puerto del Guadalquivir en Sevilla. En dos días se presentaron en Sanlúcar de Barrameda para salir por Cádiz rumbo a América. Descubren el Estrecho de Magallanes, es decir, el paso del Atlántico al Pacífico, entonces conocido como «la Mar del Sur». Prosiguen la singladura y en Filipinas deja Magallanes la devoción del Santo Niño en Cebú, al regalar una imagen a la esposa del cacique local. A ella la bautizaron como Juana y al reyezuelo como Carlos. Corría el mes de abril de 1521: pocos días después fallecería Fernando en la lucha tribal de dos clanes.
¿Quién sería su sucesor? Juan Sebastián Elcano, un marino guipuzcoano, de Guetaria para más seña, que había tenido algunos encontronazos con Magallanes y con quien Carlos I no se portaría del todo bien, pues apenas le dejó el privilegio de que en su blasón constara el lema en latín de que fue el primero en dar la vuelta al mundo. Desde la dictadura de Primo de Rivera, el buque escuela de la Armada española lleva su nombre y su escudo se exhibe en el mismo.
La tripulación estaba hambrienta, se comían las ratas, el cuero de vaca que cubría los mástiles… El escorbuto campaba a sus anchas, algunos se rajaban las encías para que les sangraran ante esa inflamación que les hacía enloquecer. Hubo varios motines a bordo. Magallanes había dejado en tierra a los más «guerreros» al no soportar su histeria. También se subió nueva gente al barco a lo largo del periplo. Pero aún así, de las 5 naves que partieron en agosto de 1519 (Concepción, Victoria, Trinidad, Santiago y San Antonio) y de los más de 200 viajeros, tan solo regresó 1 nao, la Victoria, y 18 hombres.
Habían recorrido 15 mil leguas en 3 años. Entraron por Sanlúcar el 6 de septiembre, festividad de la Virgen de la Victoria. La moral estaba en alza, pero los medios materiales, maltrechos. El barco homónimo tuvo que ser remolcado hasta la capital hispalense, con una lancha de remeros que preparó la Casa de Contratación. Allí los esperaba, dos días después, una gran recepción. Para evitar el monopolio sevillano, en 1522 se crearía la Casa de la Especiería en La Coruña, con vida hasta 1529, ya que por el Tratado de Zaragoza de abril de dicho año pasaba el monopolio de especias a Portugal.
La expedición de Magallanes-Elcano fue el primer reto globalizador. El mar era un internet que comunicaba pueblos, gentes, culturas, formas de vida distintas. Un internet más lento, pero con altas posibilidades. También se confirmó lo que Colón pensaba: la Tierra era redonda. Por la ruta africana el llegar a las Molucas suponía 10 meses, navegando hacia las Indias 37 meses, se tardaba más, sí, pero qué importa, ¿el tiempo o la proeza? Y, sin pretenderlo, en la práctica los navegantes se dieron cuenta de que los husos horarios eran diferentes según las coordenadas, es decir, que el Sol no alumbraba todos los sitios por igual a la misma hora. La vuelta al mundo marcó el triunfo de la teoría heliocéntrica sobre el geocentrismo medieval.
En 1873, cuando en España se proclamaba la Primera República, la imprenta en Francia sacaba a la luz La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne. Desde Londres a Calcuta, pasando por Egipto y Nueva York, Phileas Fogg y sus compañeros viajan en ferrocarril, barco, trineo, elefante, aunque no en globo aerostático como muestra la película de David Niven y Mario Moreno Cantinflas de 1956. En 1983 TVE realizó la coproducción de los dibujos animados con Willy Fogg, Rigodón y la Princesa Romy. Los más veloces dicen que la vuelta al mundo es posible realizarla hoy en unas 20 jornadas, aunque es mejor aproximarse a los 70 días, para disfrutar de los paisajes y la gastronomía.
Doctora Europea en Filosofía. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.
Escritora, Premio Algaba