El siglo XX marcó a varias generaciones con las que, hasta la fecha, si al nuevo paria mundial Vladimir Putin no se le tuerce aún más el sentido, han sido las dos grandes guerras mundiales más devastadoras de la historia de la Humanidad. En ese marco, Suecia y España se mostraron neutrales, pero solo uno de estos dos países supo aprovechar en tiempo y forma tal circunstancia.

Porque, como señalan en su libro ‘Princesas en jeans’ las historiadoras de la UDIMA Laura Lara y María Lara, “un tópico que conviene desentrañar es el de la opulencia de Suecia” y, “aunque parezca extraño, no siempre fue un país rico”.

Y tanto que no. Si algo compartieron España y Suecia en el siglo XIX fue, en el primer caso, su imparable declive, la de un imperio que lo fue todo pero que, probablemente, también lo malgastó todo, y en el segundo, el empobrecimiento sueco. Porque sí, Suecia en ese tiempo “se convirtió en uno de los más pobres de Europa pues, durante la revolución industrial, la agricultura de villa fue reemplazada por la explotación en granjas privadas”.

Y es que “la mecanización siempre tiene sus consecuencias: aliena al hombre y crea una bolsa de desempleo, aun cuando facilite el día a día”, apuntan las profesoras del Grado en Historia de la UDIMA, quienes subrayan que nada menos de un millón de suecos tuvieron que emigrar a Estados Unidos entre 1850 y 1890.

Precisamente, ambas doctoras han desarrollado durante la segunda quincena de abril estancias como profesoras Erasmus Plus en Suecia, de modo que han tenido oportunidad para profundizar y evaluar este y otros aspectos del país con el que compartimos algo más que el mismo suelo en el continente europeo.

En la universidad de Gotemburgo, las profesoras de la UDIMA han impartido clase de Historia y de español en el Departamento de Lenguas y Literaturas de la Facultad de Humanidades. Asimismo, Laura Lara ha realizado investigación en Gotemburgo sobre Historia de la literatura infantil hispano-sueca en el siglo XX, estudiando a escritoras suecas como Astrid Lindgren (autora de Pippi Langstrump, Emil y Los Hermanos Corazón de León). Por su parte, María Lara ha investigado en torno a las relaciones diplomáticas entre ambas monarquías en la época de Cristina de Suecia y de Felipe IV de España. Ambas formaron equipo en Göteborg con los profesores Linda Flores Ohlson, Óscar García y Eduardo Jiménez Tornatorre.

No obstante, fue en el ecuador del siglo XX cuando el país nórdico despega, frente a una España que, en esencia por su Guerra Civil y la posterior Dictadura, se estanca. El auge social y económico de Suecia en el siglo XX se explica, en buena medida, por su neutralidad ante las dos guerras mundiales. En la primera, el país se benefició de la demanda de acero y fósforo, aunque también le tocó sufrir la falta de alimentos y la agitación popular por el bloqueo económico británico, indican las investigadoras españolas.

¿Por qué, si España también fue neutral, no siguió un recorrido de crecimiento como Suecia? En el período de entreguerras, mientras el Viejo Continente se recuperaba de la sangría, Suecia pudo sentar las bases del bienestar social. Lo mismo ocurrió con su no beligerancia entre 1939-1945. Los socialdemócratas fomentaron modelos de negociación industrial y pleno empleo y, en los años 60 y 70, “los turistas (“las suecas”) poblaron las playas de España, quedando persistente muestra de sus estancias en el cine español de la década del desarrollismo”.

En realidad, la historia, como se sabe, no es tanto la suma de hechos comprobados como de matices que solo los historiadores saben desentrañar, entre otras cosas, porque de eso va su oficio. Volviendo a la pregunta de por qué Suecia y España, países que se mantuvieron neutrales en ambos conflictos armados, siguieron caminos diferentes, convirtiéndose el primero en adalid del desarrollo económico mundial y el segundo en algo similar, pero a duras penas y 50 años más tarde, es algo que da para otra ‘historia’.