Una noche del último otoño, era sábado para más señas, viendo un reportaje en televisión me encontré con Helena en el lugar maś insospechado. En Europa se caían las hojas a golpe de melancolía, un poco más al sur se apreciaba radiante júbilo. Había población de color danzando en torno a una hoguera y la noticia llegaba a propósito de que la UNESCO había declarado Patrimonio Inmaterial la fiesta de la Cruz en Etiopía, que conmemora a Santa Elena, madre del emperador Constantino y patrona de la arqueología.
Nos situamos en el siglo IV d.C. y, de Drepanum (Bitinia) donde nació la tabernera Flavia Iulia Helena, nos desplazamos a África. Helena no estuvo nunca en Etiopía mas, según una leyenda, recibió en sueños la orden de prender una gran hoguera para descubrir la Cruz de Cristo. Las fuentes primarias, grecolatinas, y las iconográficas nos hablan, sin embargo, de que una vez que tuvo la visión mística se encaminó a la Ciudad Santa. Pero en Etiopía barren para su terreno, afecto que debe de complacer a la santa. Ordenó construir una enorme pila de madera e incienso que hizo arder y cuyo humo, tras subir al cielo, descendió al lugar exacto de la tierra donde se encontraba el Madero. En honor a esta tradición, para celebrar el Meskel, se organiza a finales de septiembre la llamada procesión Demera.
Antes de que salga el cortejo, los fieles preparan la choza de madera decorada con margaritas amarillas y rematada con una cruz, que es quemada por la autoridad religiosa. Durante el acto, los sacerdotes cantan y rezan oraciones alrededor de las llamas. Portan cruces procesionales y van ataviados con trajes vistosos, grandes sombrillas con brocados, coronas, diademas labradas en oro y bastones mientras se escucha el latido del tambor. Finalizada la ceremonia, las cenizas son empleadas para trazar la señal de la Cruz en la frente de los laicos.
Etiopía es el país más antiguo de África, fue cristiano antes que Europa y se halla rodeado de Estados musulmanes. Conserva usos del Antiguo Testamento, como la circuncisión y las normas levíticas alimentarias y de pureza ritual. Su comunidad, marcada por la vida monástica, se encuentra vinculada con Jerusalén desde el siglo IV y, en 1283, tuvo su primer obispo, demostrando durante la Edad Media que también ostentaba derechos en la basílica del Santo Sepulcro, los cuales perdería bajo el dominio otomano.
Durante la Pascua llegan a Jerusalén numerosos hombres y mujeres etíopes envueltos en ligeras estolas blancas para celebrar el sábado por la noche el ritual de la “búsqueda del cuerpo de Cristo”.
En esta nación, antes llamada Abisinia, a finales del XIX se repelió a las tropas italianas en la batalla de Adua, fue el pretexto de Mussolini para una nueva invasión en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de la primera vez que un ejército romano era derrotado en África después de Aníbal. Habían transcurrido 2.000 años desde la destrucción de Cartago.
Algo tiene Etiopía pues atesora páginas misteriosas de la Historia universal. Su semidiosa local, la reina de Saba, obnubiló a Salomón. Del idilio entre ambos, en el siglo X a.C., nació una dinastía de reyes semi-guerreros y semi-monjes, la de los Lebna Dengel. Supuestamente su último miembro fue Haile Selassie, muerto en 1975.
En el siglo XV a.C. la reina Hatshepsut organizó desde el Nilo, que significa vida, una expedición para conseguir mirra, indispensable en los embalsamamientos. Y, al poco de la Pasión de Jesús, uno de los apóstoles, Felipe, tuvo ocasión de subir a la carroza del eunuco etíope, funcionario de la reina Candace, para explicarle con detenimiento las Escrituras.
Desde el comienzo de la era cristiana hasta el siglo VII fue centro del tráfico de mercancías entre el valle del alto Nilo y los puertos del mar Rojo. En el XVI el país se asimilaba a cualquier estado feudal europeo: un tercio de la tierra pertenecía a la nobleza, otro a la Iglesia y el resto al pueblo llano. En el XVII un jesuita español, Pedro Páez, se anticipaba a Livingstone al descubrir las fuentes del Nilo azul. De esta época es el palacio de Fasilidas, suntuoso castillo cuyas tierras siguen labrando los campesinos.
En la actualidad si Etiopía es uno de los países más pobres del mundo es debido a tres hechos principalmente: las guerras internas (especialmente con su vecina Eritrea), la sequía persistente y la caída del precio internacional de su principal producto de exportación, el café.
Pero no siempre el dinero lo puede todo. Como su ciudad Axum, que parece una dama venida a menos aunque dio albergue mítico al Arca de la Alianza, Etiopía conserva el porte altivo de la dignidad, inaplastable por el saqueo más recurrente.
A través de su desierto continúa danzando Helena. Lo hace entre ecos de címbalo mientras busca huellas de los Reyes Magos pues, según el jesuita mentado, si un emperador quiere garantizar la solera de su linaje debe acudir a este país a desposar a una dama. Sólo le queda al caballero pensar cuál linaje escoge de las tres parentelas sabias.
María Lara Martínez
Profesora de Ciencia histórica y Antropología de la UDIMA
Autora de El velo de la promesa y Memorias de Helena, novelas protagonizadas por Santa Elena.
Doctora Europea en Filosofía. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.
Escritora, Premio Algaba