En uno de los múltiples recorridos en coche que realizo a diario con la profesora Laura Lara Martínez, ni qué decir tiene, mi compañera, hermana y a la sazón amiga, reflexionábamos sobre las razones casi cabalísticas o mágicas, en tanto que inexplicables, que vinculan los hechos con los números y los personajes.
En esta plática que, ora se torna taller de lectura, ora tertulia de actualidad, venían a nuestra mente los acontecimientos históricos que nos ha deparado esta primavera manierista de siluetas elongadas y besamanos palaciegos: la reciente abdicación de Juan Carlos I y la proclamación de Felipe VI.
Fueron 36 años de dictadura de Franco (o 39 si tomamos como punto de partida del régimen la sublevación de Melilla), casi 39 de reinado de Juan Carlos I. De un 18 de julio, de justamente vencidos e injustamente vencedores, en palabras de Julián Marías, a otro 18 de junio, de traspaso pacífico del mando con votación en las Cámaras y una postrera ley por medio. Un abismo entre dos jefaturas del Estado en lo relativo a intereses, medios y caracteres: del Movimiento a la Constitución, de la “España, una, grande y libre” al Estado de las autonomías que frente a la diglosia impulsa el bilingüismo, de la censura a la libertad, del golpe al consenso, de la dictadura al pluralismo, del aislamiento a la globalización.
También, de algún modo, acabó siendo un año Greco el de la proclamación de Alfonso XIII (17 de mayo) pues, en 1902, cuando el gusto musical había cambiado la mojiganga por la zarzuela y de los juegos de cañas se pasaba a los Altos del Hipódromo, fue organizada en el Museo del Prado la primera exposición del cretense, tras casi tres siglos de silencio en los cigarrales del Tajo.
Y eso que la entrada del griego en la corte de los Austrias no pudo ser más desastrosa pues, del panal de rica miel que era El Escorial, se marchó en buena hora ante el gesto adusto de Felipe II, a quien no logró convencer ni con La alegoría de la Santa Liga ni con El martirio de San Mauricio. Una paradoja carente de explicación si no echamos mano del estilo, pues no se le podía reprochar al pintor mediterráneo déficit de patriotismo respecto a la tierra que había elegido como destino.
Para contemplar la muestra de Doménico, en su cuarto centenario, antes de que el 2 de junio se hiciera pública la decisión de don Juan Carlos, se desplazaron a Toledo los príncipes Felipe y Letizia, hoy ya reyes, para celebrar su décimo aniversario. El anillo de compromiso de El Greco nunca se hallará en su taller, ese desván que describió Pacheco, el suegro de Velázquez, como repleto de modelos de yeso y réplicas a menor tamaño.
La alianza no existe… Se adelantó al mundo moderno como soltero y padre en la vida, guardando sin embargo a Jerónima de las Cuevas en el más hidalgo de los recuerdos.
María Lara Martínez
Doctora Europea en Filosofía. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.
Escritora, Premio Algaba