Desde el 3 de diciembre de 2010 hasta el 3 de mayo de 2011, está abierta al público en la Sala de arte de los Depósitos del Canal de Isabel II, de Madrid, la exposición Alejandro Magno. Encuentro con Oriente.
En la exposición se muestran más de 330 piezas procedentes de 40 museos que permiten reconstruir la historia y leyenda de Alejandro Magno. Entre las piezas destacadas se hallan retratos de Alejandro, conservados en copias romanas o en monedas, como el medallón de oro del Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa, relieves en ladrillos esmaltados de Babilonia, y los últimos hallazgos traídos de las más recónditas áreas asiáticas, como los objetos del Museo Nacional de Tayikistán y obras cedidas por el Museo Nacional de Kabul, en Afganistán.
Los visitantes de la exposición pueden visualizar además la película en tres dimensiones Alejandría, el sueño de Alejandro, en la que la mítica ciudad egipcia parece revivir, de manera que los espectadores pueden “pasear” por las vías principales, conocer cómo fue la gran biblioteca del mundo antiguo e introducirse en las cisternas subterráneas que abastecían a los habitantes con agua del Nilo.
Recordemos brevemente la trayectoria del personaje que ha pasado a la posteridad revestido de la aureola del mito, como si de un héroe homérico se tratara.
Alejandro III de Macedonia (356-323 a.C.) sucedió muy joven en el trono a su padre, Filipo II, asesinado en el 336 a.C., quien lo había preparado para reinar, mediante el adiestramiento militar y la formación intelectual, esta última encomendada a Aristóteles.
Alejandro dedicó los primeros años de su reinado a reafirmar su autoridad sobre las ciudades griegas, capitaneadas por Tebas y Atenas, que aprovecharon la muerte de Filipo para rebelarse, y a partir del 334 a.C. envió a su ejército contra el poderoso Imperio persa.
En sus doce años de reinado, Alejandro recorrió 23.000 kilómetros a través de Europa y Asia y llevó la cultura helénica a los lugares más recónditos de Oriente.
La temprana muerte de Alejandro a los 32 años, víctima del paludismo, le impidió consolidar el imperio que había creado. Las luchas sucesorias desencadenaron el reparto del imperio entre su generales (los diádocos), dando origen a los reinos helenísticos gobernados por los antigónidas, en Macedonia, ptolomeos, en Egipto, y seléucidas, en Oriente Próximo.
Estos reinos helenísticos mantuvieron el ideal de Alejandro de expandir la cultura griega a Oriente y supieron conservar el espíritu griego tanto en las artes como en las ciencias. El fin del período helenístico estaría marcado por el suicidio de la reina ptolemaica Cleopatra y su amante Marco Antonio, tras su derrota en la batalla de Accio, en el año 30 a.C.
Doctora Europea en Filosofía. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.
Escritora, Premio Algaba