Salió del puerto del Callao en Lima, pero no pudo llegar a Cádiz. Fue Montevideo su última escala. Frente a las costas del Algarve se hundió el 5 de octubre de 1804 y con él las 17 toneladas de monedas de oro y plata acuñadas en las colonias que por poco tiempo habrían de ser llamadas así.
En aquellas vísperas napoleónicas para España, nuestro país no se hallaba en guerra contra Gran Bretaña, pero la potencia marítima miraba con recelo esa neutralidad. En el horizonte se cernía la sospecha de pacto con el dueño de Francia. Ante la negativa española a acceder a la rendición, la flota inglesa disparó a la fragata que se hundió con sus 249 ocupantes. Sólo se logró rescatar a 51 náufragos. Las otras tres embarcaciones de guerra que formaban escuadra con ella (Fama, Clara y Medea) fueron trasladadas a Inglaterra. Quedaba sepultado el oro que tanto había contribuido a engrandecer al Imperio.
Ésta es la historia del «Nuestra Señora de las Mercedes» previa a su letargo bajo las aguas atlánticas. Hace cinco años, al ser descubierto el tesoro por la empresa estadounidense Odyssey, el Gobierno español comenzó su litigio por el pecio y el pasado sábado, más de doscientos años después del dramático suceso, las monedas llegaron, esta vez sí y volando, al que hubo de ser su destino.
María Lara Martínez.
Doctora Europea en Filosofía. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.
Escritora, Premio Algaba