Con este chiste tan gracioso, intentó el autoproclamado líder Libio Muamar el Gadafi, atemperar años de horror. Un horror intensificado en los últimos meses, pues solo hace falta echar mano de cualquier hemeroteca para observar como este individuo que pide clemencia, no hace mucho llamó cucarachas a aquellos que disintieran de él, con la orden de tirar bombas y aniquilar a toda persona que alzara la voz en su contra. Ese personaje que cuenta chistes en los últimos momentos de su vida, seguro que también se los contó a aquellos que yacen en fosas comunes. Incluso es más gracioso observar como mientras su pueblo se muere de hambre y apenas cuenta con servicios básicos, este showman construye quirófanos privados en sus mansiones.

Tampoco deberíamos olvidar a quien ha permitido que todo esto ocurriera. Y aunque no lo crean, todos somos algo culpables. La ONU y los países miembros que no hacen otra cosa que firmar tratados y convenios, en su día firmó la resolución 260 sobre genocidio, que en su artículo II, puntos a y c, señala como una de las características del genocidio “la matanza a miembros, así como el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”.  Esto se ha permitido habiendo otra resolución (la 3074 punto 3) que sostiene que la ONU y sus países miembros “cooperarán bilateral y multilateralmente para prevenir y reprimir los crímenes de guerra y tomarán las medidas internas e internacionales necesarias para ese fin”. Sin mencionar el derecho a la autodeterminación de los pueblos que sería el que posibilitase a la ONU su intervención. En fin, qué ha hecho la ONU desde que Gadafi asumió el poder a través de un golpe de Estado, que ya en su concepción es un crimen de guerra. Yo se lo diré, nada, o mejor dicho, dejar que los países occidentales se aprovechen del beneficio de la explotación de un pueblo para mejorar el “supuesto bienestar de otros” (ahí entramos todos). Cuando el pueblo libio se levantó, entonces que hizo la ONU proporcionar armas a los insurgentes. Eso es lo que hay detrás de tantos convenios y demás. Encima, ahora salen los grupos pro-derechos humanos para reivindicar la muerte de Gadafi. Esos mismos que no han tenido el valor o la inteligencia de manifestarse en la sede de la ONU, ante cada decisión que ha contradicho lo que ellos mismos firman.

En definitiva, comenzamos con un chiste del dictador Gadafi, hemos continuado con un monólogo cómico de la ONU y acabado con una tragi-comedia de los grupos pro-“derechos humanos”.

Pero contestando a Gadafi en su pregunta a “si no sabéis distinguir el bien del mal”, quién podría hacerlo señor Gadafi, cuando las bases del mundo entero están cimentadas sobre la hipocresía. Lo que parece claro es que hubo uno que apretó su gatillo porque pensó que desde luego usted no tendría ese problema, pues todos sabemos que sus mansiones eran por el bien del pueblo. Y lo que tiene las cosas de la vida, que el que le contestó definitivamente fuera una simple cucaracha.