Detrás de estas terribles palabras se esconde un chaval o chavala de poco más de 15 años, que alentaba con ellas, a quitarse la vida a su compañero de instituto Jamey Rodemeyer. Me pregunto qué pensaría este mismo joven cuando tres días después, Jamey acabó con su vida. La pregunta que me hago, es por qué alguien querría la muerte de Jamey, era un chico normal, a juzgar por la foto, guapete y seguro que no querría más de lo que quieren todos los chicos de su edad (algo de autonomía, unos buenos amigos con los descubrir el mundo y una pareja con la que descubrir el amor). Pues precisamente por el tipo de pareja con quien Jamey quería descubrir el amor, fue vilipendiado, insultado, despreciado y acosado, ya que era homosexual, algo que en pleno año 2o12, sigue siendo demasiado horrible como para quitarse la vida.
En criminología, se estudia y se intenta encontrar dónde se halla la criminalidad, es decir, aquello que nos lleva a cometer actos criminales, como aquellos que pueden llevar a alguien que sólo quería disfrutar de la vida a suicidarse. Entonces por qué, por ejemplo, una acto tan destructivo como la homofobia no es condenado por los responsables políticos. No hace mucho, quemar a gente de color, era bien visto y/o ignorado en Estados Unidos. ¿Qué mensaje pretenden enviar los reguladores y gestores del control social, omitiendo este tipo de desprecio?
Hace poco, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, transmitía estas palabras “La homofobia y la transfobia no son diferentes al sexismo, la misoginia, el racismo o la xenofobia pero, mientras estas últimas formas de prejuicio son universalmente condenadas por los gobiernos, la homofobia y transfobia son a menudo pasadas por alto”.
Es un crimen, instar a una persona por mail, sms, o WhatsApp que se quite la vida, con datos en las manos, quizás al menos debería pensarse, ya que según una encuesta realizada por Human Rights Campaign (HRC) a más de 10.000 adolescentes homosexuales nortamericanos revela que un 51% de ellos han sido verbalmente acosados por compañeros. Además, un 17% confiesa haber sufrido también agresiones físicas. En España, los datos también son alarmantes, ya que un 38,5% de los estudiantes de ESO, recibe insultos, según el informe emitido por el defensor del pueblo en 2007. Por tanto, creo que no cabe duda, de que un crimen a pesar de no estar penado legalmente, es algo como le que le sucedió a Jamey, o cuántos que sólo sueñan con descubrir el amor con un@s y otr@s tienen que morir para que aceptemos que sin respeto y libertad, nunca viviremos en armonía.
Un fuerte abrazo, allá donde estés que seguro que es un sitio infinitamente mejor que éste.
Doctor en Psicología. Profesor de Psicología Diferencial, Psicología Jurídica, Psicología Criminal e Introducción a la Criminología en UDIMA.