Internet ya no es un medio nuevo, es un medio que forma parte activa de nuestras vidas, cada día recibimos correos electrónicos, estamos conectados a través de las redes sociales, compramos nuestras entradas de cine, buscamos viajes y podemos hacer casi cualquier cosa que se nos pueda ocurrir, pero, los adolescentes, ¿qué uso hacen de Internet?.
Para los adolescentes, y cada vez para más adultos, Internet es un medio en el que “se vive”, no es un medio que se utiliza en ciertos momentos, ni es una herramienta para mejorar determinados problemas del día a día. Este es el primer aspecto que debemos tener en cuenta. Por tanto es un medio en el que se comunican y expresan, es un medio en el que tienen una personalidad definida y en el que pueden ser quien quieran ser. La mayor parte de su comunicación se hace o se complementa con el uso de Internet.
Ahondando en el concepto de “personalidad digital” esbozado anteriormente, supone uno de los primeros problemas: cualquier persona puede ser quien quiera ser en Internet, pero cualquier persona puede manipular la identidad de otros como quiera. Es decir, nuestra personalidad en Internet es fácilmente manipulable. Pensemos en aquellos casos en los que los menores, para excluir a la víctima, se crea un perfil falso en una red social haciéndose pasar por esa persona para crear conflictos con el resto de compañeros o compañeras de clase y así conseguir su exclusión.
Las principales amenazas para los menores provienen de las falta de caución en las relaciones que se establecen, porque es el medio preferido para comunicarse, como ya hemos señalado. A través de Internet los menores exponen multitud de datos personales, datos que los hacen vulnerables. En este sentido la educación en aspectos sobre privacidad es fundamental. Otra de las vulnerabilidades de los menores es que “creen que controlan lo que hacen en Internet”, y esta es una sensación falsa, nadie puede controlar lo que pasa en Internet por muchas horas que pasen manejando aplicaciones novedosas, y es ahí, en el convencimiento que nada malo los puede pasar donde existe un gran riesgo. Estos aspectos de riesgo se explican porque la utilización de Internet se realiza como algo cotidiano, al convertirse en cotidiano, se convierte en menos supervisado.
Además, en términos generales, el ciberespacio se configura como un ámbito donde potencialmente se puede producir una mayor victimización por tres aspectos: existen mayor número de delincuentes motivados (la amenaza puede llegar desde cualquier rincón del mundo, no hay barreras), las víctimas son más propicias que en el ámbito “real”, debido a que existe muy poca precaución en el uso de Internet (nadie piensa que le puedan suceder cosas malas en la intimidad del hogar) y en tercer lugar no existe un control o supervisión de las comunicaciones que se producen en Internet por parte de los adultos (es imposible encontrarnos con una patrulla policial, por ejemplo, en el ciberespacio) y tampoco se forma a los menores en la utilización de medios físicos de protección, como pueda ser la generación de contraseñas seguras, utilización de antivirus o cortafuegos.
Pero no todo es negativo en Internet, en términos de prevención, las amenazas que surgen en este espacio son más fácilmente manejables. Me explico, es más sencillo actuar frente al acoso en Internet, que el acoso que se produce en el espacio físico, porque la distancia existente entre el agresor y la víctima puede también puede actuar como medio protector. Las víctimas tienen mayores recursos a su disposición en el ciberespacio. Si formamos en cuestiones relativas a la autoprotección en Internet, las potenciales víctimas dejarán de ser víctimas propicias porque estarán prevenidas.
Los estudios existentes en este sentido indican que las tareas de prevención de riesgos a través de Internet con menores sólo funcionan a medias: los adolescentes, tras recibir una formación en riesgos de Internet, tienen mayores conocimientos sobre estos riesgos; pero, paradójicamente, aquellos que antes de la formación asumían riesgos, como, por ejemplo, quedar con desconocidos que han conocido a través de Internet, a pesar de conocer los riesgos, siguen asumiendo los mismos riesgos.
Como conclusión podemos decir que debe haber más investigación, debemos conocer en concreto cuáles son los riesgos que asumen los menores en Internet y tenemos que seguir pensando en cómo llegar hasta ellos para que, a través del conocimiento de los riesgos, sean capaces de disminuirlos por si solos, y no lo hagan cuando sea demasiado tarde. Otro aspecto a incluir es la reflexión sobre el contenido de los programas preventivos, es un contenido muy negativo, por lo que produce el rechazo de los menores, quizás sería más efectivo plantearlo en términos positivos, por ejemplo planteando que Internet es un medio en el que existen multitud de recursos para hacer frente a posibles amenazas, a lo mejor nos quedamos a medias, sólo hablando de riesgos, de lo que es lo malo y no de lo bueno, de los aspectos protectores.