Cessare Lombroso publicó en 1876 su famoso libro «L’Uomo delinquente». En dicho libro describía una serie de características fenotípicas que se daban en seres atávicos. Estos seres, más cercanos a los animales inferiores y al hombre primitivo, se caracterizaban por unas enormes mandíbulas, grandes arcos cigomáticos, orejas en forma de asa, pliegues palmares únicos. Una serie de rasgos anatómicos que según Lombroso se encuentran tanto en los criminales como en los salvajes y en los simios.
Lombroso, además se atrevió a sostener un patrón conductual que se daba en los por él denominados «hombres delincuentes», a saber: la pereza, el amor a la orgía, la necesidad del mal por el mal, la necesidad de matar acompañada de la ferocidad sobre la víctima.
134 años después y haciéndome eco de la noticia publicada por Ramón Pérez en ABC «una hermana de la caridad en guantánamo» y de la foto que ilustra la noticia, comparándola con la que encabeza este blog. La pregunta que vuelve después de más de un siglo parece evidente. ¿Existe ese ser atávico tal y como lo concibió Lombroso? Yo después de leer a Ramón Pérez, no tengo ninguna duda.
Doctor en Psicología. Profesor de Psicología Diferencial, Psicología Jurídica, Psicología Criminal e Introducción a la Criminología en UDIMA.