crimen llamado masculinidad

No hay excusa para la violencia, ya sea física y/o psicológica, ni sobre quién se imponga (e.g., mujeres, niños, varones, animales), ni de dónde o por qué se produzca el ataque. El ser humano es estúpido (no lo digo yo, ya lo dijo Einstein), quitando, siendo optimistas, unas 1000 personas que mueven el mundo con su inteligencia, el resto, como mucho, podemos intentar contribuir ofreciendo una sonrisa o un hombro a aquellos que nos rodean, más nuestra cuota de productividad en nuestro sector profesional. Si los estamentos políticos nos lo permiten, cosa cada vez más difícil, con tener un techo, comida en la mesa y algo de tiempo para disfrutar con los nuestros y de nuestros humildes hobbies, quién perdería lo más valioso que tenemos, nuestro tiempo, en otra cosa, como la violencia.

Si podemos contribuir con esa sonrisa y con ese apoyo, dar ejemplo a los que nos ven como un espejo en el que reflejarse, por qué existe la violencia, qué hacemos mal. Centrándonos en el hombre y la masculinidad, según indica Alba Muñoz en su interesante artículo sobre un taller de violencia machista para adolescentes al que acudió, la presión social para alcanzar el éxito profesional y, sobre todo, la fortuna, predispone a una sociedad patriarcal, mientras que lo femenino, en palabras textuales, «se revela como una riqueza íntima, casi secreta, pero absolutamente vital, intocable».

Dicho así, parece que es la sociedad la que ha formado al varón y la mujer, cuando es al revés, han sido el hombre y la mujer, los que han desarrollado las sociedades para maximizar recursos, habilidades con el objetivo de incrementar la esperanza y disfrute de la vida. Hombres  y mujeres somos diferentes. El sistema nervioso de hombre y mujeres responde con diferente intensidad ante diferentes retos y desafíos, y, por desgracia, o mejor dicho, porque la naturaleza así lo ha querido, para afrontar cualquier reto, nos valemos de un circuito de regulación del estrés y la cinética de la glucosa, que ante las mismas adversidades tiene como resultado que las mujeres tengan de 2 a 3 veces más enfermedades psiquiátricas que los hombres.

La cosa se pone interesante, parece que la masculinidad tiene más que ver con la capacidad del varón para afrontar el estrés. Si tenemos en cuenta ese comportamiento diferencial de la cinética de la glucosa, la competitividad para el hombre es un juego y para la mujer es un tortura. Entonces por qué se promueve desde las políticas que las mujeres se parezcan a los hombres y no al revés, que los hombres se parezcan a las mujeres. En un estudio que realicé junto a Vianca Rodríguez (in press), las mujeres con alta masculinidad eran significativamente más agresivas que incluso los chicos agresivos, mientras que tanto varones como mujeres con cualquier grado de feminidad no mostraban niveles de agresividad significativos.

Por tanto, qué es la masculinidad y la feminidad. Que por naturaleza un hombre esté más preparado para defender y una mujer para tranquilizar, no es eso equilibrio. Quién debe soportar el peso de estrés. Lo de ser chulo no es patriarcado, utilizar la predisposición a la fuerza que otorga la naturaleza a los hombres, no es patriarcado, ser estúpido no es patriarcado. Que la gente se ría cuando una mujer pega a un hombre no es patriarcado. No hay roles de género buenos y malos. Sólo hay estúpidos y estúpidas, que pudiendo elegir, eligen hacer una estupidez. Queremos igualdad, fijémonos más en esas mujeres a las que todo hombre respeta. Queremos que disminuya la violencia de género, fijémonos más en esas mujeres a las que todo hombre respeta, y que es aquella que ha seguido su más profunda e instintiva naturaleza. Y no se confundan, la masculinidad no es violencia, la violencia es una mala gestión de los recursos que la naturaleza ha otorgado a los varones y que, por desgracia, está más unida a la estupidez que al patriarcado.

p.d. si alguien conoce a algún político que le reenvíe este post, gracias.