Hay clasificaciones y rankings para todo, en cualquier aspecto de la vida diaria, desde los rankings de las mejores croquetas de la ciudad hasta las mejores carreras universitarias con futuro profesional. Y en el caso de la criminología ocurre algo similar, y más cuando se habla de la clasificación de los crímenes y de los delitos, ya que dependiendo de dónde se encuentren su castigo será diferente, según la normativa vigente. Además, la clasificación de los delitos en criminología es un aspecto fundamental para comprender y analizar el comportamiento criminal en la sociedad.
En términos generales, los delitos pueden clasificarse en diferentes categorías según diversos criterios. Uno de los enfoques más comunes es la clasificación según la gravedad del delito. Bajo este criterio, los delitos se dividen en tres categorías principales: delitos leves, delitos graves y delitos de especial gravedad.
Los delitos leves son aquellos que, aunque constituyen una infracción de la ley, no implican un daño significativo o una amenaza grave para la sociedad. Así, por ejemplo, el hurto de bienes de poco valor se puede clasificar como un delito leve, así como las faltas de respeto o las faltas administrativas. Estos delitos suelen estar asociados a sanciones menos severas, como multas o trabajos comunitarios.
Por otro lado, los delitos graves son aquellos que implican una mayor gravedad y pueden causar un daño más significativo. Incluyen delitos como el robo con violencia, la agresión física, el tráfico de drogas o el secuestro. Estos crímenes suelen llevar aparejadas penas de prisión más largas y se consideran una amenaza más seria para la sociedad.
Finalmente, los delitos de especial gravedad son aquellos que representan un peligro extremo para la sociedad y sus fundamentos más básicos. Estos delitos suelen estar asociados a crímenes graves como el asesinato, el terrorismo, la trata de personas o la violación. Dado su impacto significativo en la vida de las personas y en la estructura social, estos hechos son castigados con penas de prisión prolongadas e incluso con la pena de muerte en algunos sistemas jurídicos.
Otro enfoque importante para clasificar los delitos es la distinción entre delitos contra las personas y delitos contra la propiedad. Los delitos contra las personas comprenden aquellos que afectan directamente la integridad física, psicológica o sexual de los individuos. Incluyen delitos como el homicidio, la agresión sexual, el maltrato infantil o el acoso. Por su parte, los delitos contra la propiedad son aquellos que involucran la apropiación indebida de bienes o el daño a la propiedad ajena, como el robo, la estafa o el vandalismo.
Además de estas clasificaciones, existen otras categorías que tienen en cuenta aspectos como la intencionalidad del delito, el contexto en el que se comete o la modalidad delictiva. Por ejemplo, se pueden clasificar los delitos en función de si son dolosos o culposos, es decir, si el autor tuvo la intención de cometer el delito o si fue resultado de una negligencia o imprudencia. También se pueden clasificar los delitos según si son individuales o colectivos, si se cometen en el ámbito público o privado, o si se trata de delitos informáticos o cibernéticos.
Y es que en función de esas clasificaciones, la ley actuará de manera diferente, así como si el infractor ha cometido varios crímenes leves en un determinado espacio de tiempo. Todo hay que tenerlo en cuenta, y por eso, la resolución de los crímenes y de los delitos es tan importante y conlleva tanta especialización.
En la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA, se imparte el Grado en Criminología.