Esta semana se ha conocido el nombre de los galardonados con el premio Nobel de Economía 2013, Eugene F. Fama, Lars Peter Hansen y Robert J. Shiller. Se trata de académicos estadounidenses que llevan a sus espaldas una dilatada carrera vinculada a la investigación de los precios de los activos financieros a largo plazo, motivo por el que, desde hace años, los dos primeros llevan sonando como candidatos a tal prestigio reconocimiento.
El premio Nobel de Economía, no formaba parte de la lista inicial de premios fijados en el testamento de 1985 de Algred Nobell, inventor de la dinamita. Fue en 1968 cuando el Banco de Suecia, coincidiendo con su 300 aniversario, decidió establecer el llamado “Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia”. Desde entonces, 71 personas han sido las galardonadas, aunque sólo una mujer, Elinor Ostroms en 2009, junto a Oliver Williamson por su análisis sobre la política económica de las propiedades comunes y de los límites de las empresas, respectivamente.
Este año, tras las típicas polémicas sobre la pertinencia de los galardonados, una de las opiniones que está fluyendo con más insistencia es la llamativa contradicción entre las teorías postuladas por los premiados.
Fama, profesor de la Universidad de Chicago, fue uno de los principales precursores en los años 60 de los mercados eficientes y racionales. Esta teoría se asentaría en la política económica de Estados Unidos e Inglaterra en los 80, al considerar que la regulación del sistema financiero era automática a través de la eficiencia del mercado. Posteriormente, a raíz de las crisis financieras, especialmente la de 2007, este pensamiento quedaría en evidencia, y desde diversos sectores llegarían voces sobre qué había pasado con la multitud de estudios y publicaciones en finanzas y cómo no habían sido capaces de predecir dicha hecatombe.
Shiller, profesor de la Universidad de Yale, defendió a principios de los 80 una hipótesis opuesta a la de Fama, afirmando que el comportamiento de los inversores no sigue unas pautas racionales, aunque sí responde a unos patrones eventualmente pronosticables, como consecuencia de la confluencia de múltiples factores no controlables como los culturales, psicológicos y estructurales. Precisamente, esta teoría vaticinaría con antelación la crisis de 2007 e incorporaría términos como el de burbuja especulativa.
Por otra parte, Hansen, también de la escuela de Chicago, ha elaborado modelos econométricos para predecir el precio de los activos y siempre ha estado cerca de las ideas de Fama.
La Real Academia Sueca, al anunciar a los tres galardonados señaló que: “No hay manera de predecir el precio de las acciones y bonos en los próximos días o semanas. Pero es muy posible prever el curso amplio de estos precios durante periodos más largos, como los próximos tres a cinco años. Estos hallazgos (..) fueron hechos y analizados por los laureados este año”.
Parece como si esta paradójica contradicción entre las teorías propuestas por los premiados pretendiera justificar la incapacidad de la disciplina financiera por vaticinar las crisis que hemos experimentado en los últimos años o quizá, con un juicio de valor más beligerante o más justa, tener un efecto revulsivo entre la comunidad científica para que continúe impulsando estudios del estilo de los premiados y no desfallezca ante la eminente dificultad de esta disciplina.
Parece como si esta paradójica contradicción entre las teorías propuestas por los premiados, máxime entre Fama y Shiller, pretendiera justificar la incapacidad de la disciplina financiera por vaticinar la crisis que hemos experimentado en los últimos años, o quizá, tener un efecto revulsivo en la comunidad científica para que continúe impulsando estudios del estilo de los premiados, siendo consciente de la complejidad de las finanzas y de la necesidad de aumentar el cuerpo de conocimiento y teorías de dicha disciplina.