El pasado lunes, 28 de octubre, participé como ponente en la mesa redonda “Sagasta y la Restauración: la crítica de Ortega y Gasset” organizada en el Centro Riojano de Madrid (Serrano, 25), junto a la Dra. María Lara Martínez, profesora de la UDIMA y escritora, al Dr. Eduardo Huertas, del Ateneo de Madrid, y al Dr. Pedro López Arriba, presidente de la Sección de Ciencias Jurídicas y Políticas de dicha institución.
En 2013 conmemoramos el 110 aniversario de la defunción de Sagasta, líder del Partido Liberal y coartífice del turnismo junto a Cánovas del Castillo, y también del primer centenario de la Liga de Educación Política Española. Fundada por el joven Ortega, se trata de un proyecto que refleja el espíritu más rebelde, incluso reaccionario, hacia la Restauración, régimen al que recomendaba aniquilar y que tildaba de fantasmagórico. Ortega cargaría sus tintas contra Cánovas en su faceta política (no así en calidad de historiador) y respetaría a Sagasta, como disertó la Profesora María Lara en su conferencia.
Unos meses después, el 23 de marzo de 1914, impartiría en el teatro de La Comedia la conferencia “Vieja y nueva política”, documento que es considerado el proyecto político de la generación de 1914, la generación de la rabia y de la idea, como la calificó Antonio Machado, a la que pertenecieron el propio Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Eugenio D’Ors y buena parte de la intelectualidad española de la primera mitad del siglo XX.
La circunstancia política debía de ser salvada para que el «yo y sus circunstancias» salieran a flote. Precisamente, casi 17 años después, Ortega preconizaría la proclamación de la Segunda República con su frase, después convertida en lema, Delenda est Monarchia, título de un artículo publicado en el periódico El Sol el 15 de noviembre de 1930. La Restauración estaba herida de muerte. El deseo orteguiano se había cumplido.