Este artículo trata sobre medidas complementarias al beneficio contable. En él se estudian dos: el EBITDA y Valor Añadido.

El EBITDA

El EBITDA (del inglés Earnings Before Interests Taxes, Depreciations and Amortizations, o beneficio antes de intereses, impuestos y amortizaciones), también denominado “Resultado Económico Bruto de Explotación” (REBE), es una variable que se calcula como “diferencia entre los ingresos de las empresas y los gastos en factores corrientes de producción para un período”. El origen de la utilización del EBITDA o REBE es doble:

  • Determinar la capacidad de generación de recursos periódicamente.
  • Compararlo con los gastos financieros o con el servicio de la deuda, para calcular la cobertura de estos.

Desde la última década del siglo pasado, las empresas han usado con profusión el EBITDA como sustituto del resultado o de otras medidas de rentabilidad empresarial para explicar sus logros. Si bien esta magnitud tiene un significativo respaldo y se considera un indicador de la gestión mejor que el beneficio neto y que el resultado neto de explotación, es objeto de crítica por los siguientes motivos:

  • El EBITDA no está definido ni es objeto de presentación en los estados financieros previstos por los marcos normativos de información financiera (PCG, NIIF, US-GAAP). Por ello, la empresa que lo utilice “deberá definirlo a partir de las partidas contenidas en los estados estandarizados”. Dicha preocupación ha sido manifestada por los supervisores bursátiles (CNMV, ESMA o SEC).
  • La diversidad de acepciones del término EBITDA limita su utilización para la comparabilidad entre empresas de diversos sectores. Por ejemplo, en el sector no intensivos en el uso de activos no corriente, el beneficio neto y el EBITDA serían bastante parecidos, pero en sectores de grandes industrias, ambas magnitudes diferirían bastante.
  • El EBITDA puede proveer una visión importante si se usa apropiadamente; pero puede generar desinformación si se aplica en un contexto equivocado. Su interpretación plantea problemas y puede llevar a conclusiones engañosas del rendimiento empresarial. Por ejemplo, si el resultado del ejercicio es negativo, el patrimonio neto habrá disminuido con independencia de cuánto valga el EBITDA.
  • El EBITDA no puede ser un sustituto de la generación de fondos líquidos de la explotación, dado que no tiene en cuenta los cambios en el capital corriente como consecuencia de la no correlación entre las corrientes contable del devengo de ingresos y gastos y financiera de cobros y pagos.
  • Por todo ello, el EBITDA no es un indicador de la caja de las operaciones, ni un indicador de cash flow ni del beneficio repartible.

Por último, y a modo de síntesis de las críticas vertidas sobre el EBITDA, se muestra la realizada por Rivero (2017): el EBITDA sería el beneficio que obtendría una industria si no tuviera que emplear para la producción de sus bienes y servicios inmovilizado alguno y si, además, no necesitara para poseer esos activos fijos productivos ninguna financiación ajena y el Estado no le cobrara impuestos. Se trataría de informar entonces “de una industria o empresa imposible y no existente”.

El estado de valor añadido (EVA)

El Estado del Valor Añadido (EVA) es otro intento significativo de mejorar la información contable sobre creación de valor empresarial y contribuye a que los grupos interesados en el ámbito de la gestión empresarial que se benefician directamente de su reparto puedan comprender la trascendencia de la información, por cuanto les afecta personalmente.

El Estado del Valor Añadido informa sobre el incremento de valor generado por la actividad de la entidad en el período, mostrando el excedente que se deriva de la diferencia entre los ingresos del período y los costes soportados por la empresa, derivados de la adquisición a otras empresas, para alcanzar dichos ingresos. Dicho excedente habrá de ser repartido entre los distintos factores que han intervenido para su generación.

El estado se articula sobre dos conceptos:

  • Valor añadido bruto a repartir.
  • Valor añadido bruto repartido.

Si bien, el EVA, como tal, no recoge flujos de caja y no puede ser considerado como el método idóneo para determinar la creación de valor, es destacable su aportación informativa en lo relativo a la generación y distribución del excedente empresarial. A respecto, por ejemplo, se ha encontrado una relación muy estrecha entre el precio y el valor añadido por acción en la bolsa brasileña para el período 2011-2015 (Machado et al., 2015).

Por otra parte, tanto en la Información Integrada (IR) como en la propuesta de la Global Reporting Initiative (GRI) muchas empresas eligen medidas relativas al valor añadido para informar de la producción y distribución de rentas. Sin duda, el EVA, aunque esté referido a períodos históricos y se obtenga sobre la base del devengo contable, tiene un interés indudable, ya que sirve de orientación para asignar el valor creado en la empresa entre los distintos stakeholders de la misma.