Un 9 de abril de hace 37 años era legalizado el Partido Comunista de España. El pasado 23 de marzo, a los 81 años de edad, fallecía en Madrid el artífice de ese clima de tolerancia que hizo posible la Transición: Adolfo Suárez, quien ostentó la presidencia del Gobierno desde 1976 hasta 1981. Su entrada en la presidencia del Consejo causó gran expectación. De la terna en la que estaba acompañado por Federico Silva Muñoz y Gregorio López Bravo, el rey lo eligió para relevar en el cargo a Arias Navarro, poniendo así fin a la herencia de un franquismo agónico de casi 8 meses. Suárez sería designado presidente del Gobierno el 3 de julio de 1976, causando el nombramiento una sorpresa mayúscula, pues para unos era un desconocido y, para otros, que ignoraban la auténtica personalidad política del que hacía poco había sido procurador en Cortes por Ávila, gobernador civil de Segovia y director general de RTVE, resultaba incomprensible que el inmovilista Arias fuera sustituido por el ministro secretario general del Movimiento. La composición del gabinete también generó rechazo, pues fue calificado de “gobierno de penenes”, en alusión a los profesores universitarios no numerarios.

A este nombramiento inicial seguiría la revalidación en las urnas, ya como líder de la UCD (Unión de Centro Democrático) en las primeras elecciones generales de la España democrática celebradas el 15 de junio de 1977, tras cuarenta y un años carentes de comicios generales, y en las siguientes, que tuvieron lugar el 1 de marzo de 1979, después de la aprobación de la Constitución.

La calidad de diálogo y el espíritu conciliador del abulense han sido valorados por todos los grupos políticos en estos días. Porque la tabula rasa que en esos momentos necesitaba el país para construir la nueva España democrática precisaba de no remover el drama de la Guerra Civil y las rencillas del pasado, siendo esto posible gracias al buen pilotaje ejercido por Adolfo Suárez, con cuyo nombre ha sido bautizado ahora el aeropuerto de Madrid-Barajas, el cuarto en Europa por número de pasajeros y duodécimo del mundo.

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A su iniciativa debemos la Ley para la Reforma Política (Ley 1/1977 de 4 de enero), aprobada el 18 de noviembre de 1976 por las Cortes Generales y sometida a referéndum el 15 de diciembre de 1976, que constituiría la piedra angular sobre la que gravitaría el desmantelamiento del régimen de Franco. Asimismo, la legalización de todos los partidos políticos, incluidos el Comunista en aquel Sábado Santo rojo de 1977 que escandalizó a la ultraderecha, la firma de los Pactos de La Moncloa el 25 de octubre de 1977, la promulgación de la Constitución de 1978 como carta magna integradora de todas las tendencias políticas -todavía vigente- y el enfrentamiento a Tejero en el Golpe del 23-F cuando se estaba votando la investidura de su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, son píldoras que ilustran a las jóvenes generaciones sobre el gran trabajo que realizó Adolfo Suárez como impulsor de la democracia en tanto que espíritu de la Transición en un Estado que anhelaba inhalar el aroma de la libertad.

Laura Lara Martínez