Leo hoy mismo en la prensa que Patria, de Fernando Aramburu, ha recibido un nuevo premio, esta vez, internacional: el Premio Strega Europeo. Este galardón se une a los concedidos en años anteriores: el Premio de la Crítica (2016), el Premio Francisco Umbral a la novela del año (2017), el Premio Nacional de Narrativa (2017), el Premio Dulce Chacón de narrativa en lengua castellana (2017).

Pero si el Strega adquiere un sentido especial es por el momento: se falló en el Salón del Libro de Turín, ayer domingo, 13 de mayo, por la noche; esto es, se ha fallado diez días después del anuncio del desarme definitivo de la banda terrorista ETA.

Patria es memoria, el recuerdo de años difíciles en el País Vasco, de años en los que despertábamos cada semana con la noticia de una nueva atrocidad. Patria es espacio, un lugar con nombre simbólico, trasunto de cualquier lugar de Euskadi en las décadas de plomo. Patria es tiempo, el paso lento de los días en convivencia imposible. Patria es dolor y rencor, el sentido por Bittori y Miren, las dos protagonistas, dos amigas que dejaron de serlo.

En 2017 Patria se convirtió en el libro más vendido: por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y porque testimonia una época que no tenía que haber sido. Patria acaba de recibir un nuevo premio literario diez días después del fin de esa época negra de nuestra historia.