De nuevo las redes sociales e Internet han dado muestra de su capacidad comunicativa y de su poder de convocatoria. Las movilizaciones que han tenido lugar en España en los últimos días bajo el paraguas de Democracia Real Ya han irrumpido en la campaña electoral, descolocando a la clase política, gracias al efecto amplificador de redes como Facebook y Twitter.
Ni siquiera las prohibiciones de la Junta Electoral Central ni los reveses del TC y del TS han podido frenar el movimiento 15-M. Las protestas han continuado pese a la advertencia de «ilegalidad» de las concentraciones y de las acampadas en las plazas españolas en medio de un clima general de tranquilidad y de responsabilidad cívica. Sus reivindicaciones esenciales son el cambio de la ley electoral, la eliminación de los privilegios de políticos y banqueros y la aplicación de medidas efectivas para la activación del empleo y para la salvaguardia de los derechos sociales. Su motor: el hartazgo de una clase política que no les representa, su oposición a los abusos del sistema financiero, la precariedad laboral y alto índice de la tasa de paro que asfixia a casi 5 millones de personas en nuestro país.
El fenómeno de «los indignados», nacido en la madrileña Puerta del Sol, se ha extendido como la pólvora dentro y fuera de nuestras fronteras –son ya más de 166 las ciudades donde se ha hecho eco el movimiento según el diario El País– con el objetivo de agitar las conciencias de una aparentemente dormida sociedad civil. Aún es pronto para valorar cuál será su repercusión en el ámbito político y para estimar si se trata de una reivindicación que habita en el incierto terreno de la utopía. Todo depende de cuáles sean las acciones que se acometan y de la capacidad de organización del movimiento a partir del 22-M, pero no hay duda de que los ciudadanos parecen haber encontrado en Internet al gran aliado para ejercer su derecho a la libertad de expresión.