Archivos de Autor: Carolina Arrieta

Los Goya, el cine y el periodismo

Flickr (manuel m. v.)

Los premios Goya 2020 tuvieron lugar el pasado sábado, 25 de enero, en Málaga. Era la primera vez que la academia de cine se trasladaba a la ciudad andaluza y el principal motivo no era otro que el de entregar el Goya de Honor a una malagueña célebre: Pepa Flores, conocida por encarnar el papel de Marisol en los años dorados del franquismo. A pesar de que la montaña fue a Mahoma, la Greta Garbo española no apareció a recoger su Goya, prolongando así su leyenda de estrella maldita en el spanish starsystem.

Tal vez anticipando el desplante, la academia guardaba su as en la manga: otro malagueño célebre, Antonio Banderas, fue uno de los protagonistas de la noche al hacerse con el premio a mejor actor por su interpretación del trasunto de Pedro Almodóvar en Dolor y Gloria. Lo celebró acordándose de su infarto de miocardio, lo que le convirtió automáticamente en el as de corazones del evento.

Precisamente fue el título de la película de Almodóvar, ganadora de cinco “cabezones”, la que estimuló el ingenio de los cronistas de la gala en las horas posteriores: “Noche de Gloria para Almodóvar”, titulaba El País la crónica de Gregorio Belinchón; “El cine español lleva a la Gloria el dolor de Pedro Almodóvar” relataban los periodistas de El mundo. La fiesta del cine español es también desde hace años la fiesta del periodismo cultural y de la crítica cinematográfica. Desde el anuncio de los nominados, los distintos medios se apresuran a configurar sus quinielas, sabedores de que estas apuestas centrarán la atención de lectores -ávidos ellos también- de ejercer de jueces y especialistas cinéfilos. Sería una lástima no dejarle claro al mundo por qué tenemos razón en un asunto aparentemente subjetivo.

Si la antesala de la ceremonia es el espacio predilecto de los críticos de cine tratando de bucear en los motivos artísticos del éxito de una obra, el día de después es el de los críticos de televisión deleitándose en los desastres de la ceremonia. Los artículos en los que se reflexiona sobre las razones de que en España no sepamos hacer buenas galas merecen configurar ya una tipología textual más, junto a las columnas, reportajes y editoriales, y ser estudiadas como tales en la facultades de Periodismo.

Exageraciones aparte, la cantidad de críticas satíricas y especiales diversos sobre la ceremonia de los Goya, así como las secciones que indican qué artículos son los más leídos en distintos medios, nos indican que la prensa y los lectores de prensa de este país están interesados en el embalaje del cine español. Ojalá se aplicase el mismo interés a la hora de poner el foco mediático sobre el producto cultural que este entraña. Si los Goya refulgen con el mismo destello mediático que acumuló en su día Marisol, el cine español, muy a su pesar, comparte con Pepa Flores la tendencia a los rincones.

Nuevo libro de referencia sobre Periodismo cultural

El libro Periodismo cultural, editado por el CEF, Centro de Estudios Financieros y coordinado por Margarita Garbisu e Ignacio Blanco, pretende servir como un manual de procedimientos para el estudiante de periodismo sin que, por otro lado, se escatimen reflexiones sobre el actual estado de la profesión.

En él encontramos consideraciones sobre temas de actualidad como la idea de posverdad o el concepto de periodismo ciudadano; preocupaciones sobre el papel de la cultura en nuestra sociedad y, sobre todo, una serie de cuerdas de equilibrio sobre las que parece sostenerse, como buen trapecista, el periodista especialista en temas culturales: el valor de la imagen frente al de la palabra, el de la cotidianeidad que lo rodea frente a la alteridad que lo enriquece, el del rigor informativo frente a la fantasía, o el de su labor incómoda de opinador frente a la seguridad amniótica del útero empresarial.

Periodismo cultural aparece estructurado en dos bloques: “Géneros y canales del periodismo cultural” pretende dar cuenta de las principales características de esa rama del periodismo que es el periodismo cultural. Incluye los capítulos 1 a 4 y se organiza de acuerdo al canal de transmisión: texto escrito, audiovisual o digital, y según los géneros que lo protagonizan, como la entrevista o la crónica, para las que se reserva el capítulo 4. En el segundo bloque, llamado “Áreas informativas del periodismo cultural”, encontramos los otros siete capítulos, organizados en torno a las secciones tradicionales de la cultura: artes plásticas y escénicas, literatura, música y cine. A estos temas se añaden el filosofismo de “Periodismo de viajes” y el empirismo de “Fotoperiodismo y arte”.

El lector que se aproxime a esta obra con el objetivo de convertirse en periodista cultural encontrará la constante, a lo largo de los distintos autores que firman los capítulos, del perfil de un profesional con clara vocación social; sin complejos deontológicos; amante de los albures del mundo y de la diversidad humana; comprometido con el interés público frente a cantos de sirena empresariales. Toda una declaración de principios para el futuro profesional en una disciplina que se codea constantemente con la sospecha.

Pretender capturar la esencia de la siempre cambiante tarea periodística es casi tan utópico como querer abarcar el dilatado y dispar campo al que aplicamos el término cultura, por eso la mirada prudente y lúcida de Periodismo cultural a la disciplina, en estos tiempos y en estas latitudes, se antoja indispensable.

El precipicio

Cliffhanger: esto es lo que sucede cuando lo utilizas…

Pensemos un momento en la muerte de Jon Snow al final de la quinta temporada de una de las series más vistas –y más pirateadas– de nuestros días: Juego de Tronos. O en una de las frases cinematográficas más parafraseadas y parodiadas de todos los tiempos: el “yo soy tu padre” en El Imperio contraataca. Ambos casos representan un claro ejemplo de cliffhanger (literalmente, “al borde del precipicio”), una técnica narrativa utilizada para mantener en vilo a la audiencia mediante la creación de suspense. El suspense puede producirse de dos maneras: involucrando a los personajes en una situación de riesgo o amenaza, como sucede en Juego de Tronos, o haciendo a la audiencia partícipe de una revelación sorprendente, como la que recibe Luke Skywalker en La Guerra de las Galaxias. En ambos casos, las consecuencias del elemento que representa el cliffhanger despiertan la curiosidad de la audiencia. En ambos casos, la espera fiel de los seguidores de la serie televisiva o saga cinematográfica está más que garantizada.

El precipicio

”El precipicio” – Imagen de Andrés Nieto Porras

La técnica del cliffhanger, que comenzó a popularizarse ya a finales del S.XIX gracias a las ficciones que se publicaban periódicamente en revistas de la Inglaterra victoriana, ha encontrado en la prensa escrita y digital una aliada tan inesperada como sustancial. Esto se debe a que la manera en la que se redactan las noticias y titulares se ha visto influenciada por las nuevas leyes del mercado. Los ingresos ya no descansan exclusivamente a lomos del papel impreso, sino que dependen en gran parte de los anuncios de la web, y estos, a su vez, del tráfico de navegación. En este contexto ha nacido la cultura del llamado clickbait, término que, como sucede con la mayoría de los neologismos del campo tecnológico, parece haber venido para quedarse entre nosotros (aunque se hayan propuesto los maravillosos ciberanzuelo o cibercebo).

El clickbait es un tipo de contenido web que utiliza en sus titulares técnicas lingüísticas y narrativas –entre las que se encuentra el cliffhanger– para atraer a los lectores a la noticia inserta en la página. Su poder reside en servirse de la llamada “brecha de curiosidad”; es decir, del espacio que queda entre lo que sabemos y lo que queremos –o creemos querer– saber. Algunas voces influyentes del periodismo y del mundo académico han clamado contra esta técnica, a la que consideran dañina para el propio medio, puesto que prioriza los contenidos sensacionalistas que pueden ser moderadamente interesantes para la mayoría sobre aquellos de mayor profundidad y que pueden resultar trascendentes solo para una minoría.

De cualquier forma, mientras las cifras sigan dando la razón al clickbait, parece difícil que este modo de componer las noticias desaparezca. El nuevo periodismo en busca del clic plantea un interrogante entre la curiosidad y la información, la cantidad y la calidad, el sensacionalismo y la investigación. Una vez más la pelota está en el lado de los consumidores/lectores, quienes, como la mujer de Lot, pueden optar por escapar de las garras de su propia curiosidad y determinar el tipo de periodismo –y de sociedad– que desean:  una que priorice la libertad informativa o una compuesta por estatuas de sal.

Pero para comprobar en qué queda todo esto: no se pierdan la próxima temporada, supongo.