Las historiadoras Laura Lara y María Lara abordan la relevancia que el virrey tiene en la Historia de la América española desde que, por las Capitulaciones de Santa Fe, Cristóbal Colón fuera designado almirante mayor de la mar océana y virrey de las Indias. Una institución presente en la diplomacia de la corona aragonesa en el Mediterráneo desde 1381, que cobraría fuerza en el siglo XVI cuando, tras la caída de los imperios azteca e inca, Carlos V creó los virreinatos de Nueva España (1535) y Perú (1542).

En La aventura del saber, las Profesoras detallan las competencias del virrey, dueño y señor de la demarcación aunque, al final del mandato, debía rendir cuentas mediante el «juicio de residencia». Asimismo, indican que los Borbones dieron luz verde a dos nuevos virreinatos: el del Nuevo Reino de Granada (1717) y el del Río de la Plata (1776). Laura Lara expone la biografía de virreyes como Antonio de Mendoza, en quien venían a confluir los linajes de la guerra civil castellana; fue el primero que ostentó el cargo en México y el segundo en Perú, lo cual suponía todo un ascenso social.

Aunque los monarcas no nombraron mujeres para este puesto, sin embargo, María Lara habla de perfiles singulares de esposas de virreyes, apodadas «virreinas», como María de Toledo, nuera de Cristóbal Colón; Ana de Borja, condesa de Lemos, que en 1667 llegó a Callao en barco con tafetanes e impulsó la canonización de Rosa de Lima; o María Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, ensalzada en sus versos por sor Juana Inés de la Cruz, la jerónima novohispana.