Recientemente, he visitado una exposición en el Museo Thyssen de Madrid que me ha sorprendido gratamente, pues el tema central de todas las obras es la mujer. Estamos acostumbrados a que la Historia, durante muchos siglos, haya sido escrita por y sobre hombres, ya que la esfera privada y doméstica a la que secularmente se relegó a la mujer en el tradicional reparto de roles, privó a la mitad de la sociedad de la participación en asuntos políticos, económicos, artísticos (al menos desde la primera línea), ámbitos que la historiografía ha privilegiado en sus páginas. Afortunadamente, los tiempos han cambiado en materia de género, tornando la discriminación en igualdad, un camino en el que nos encontramos y en el que, aún quedando mucho por hacer, podemos mirar al futuro con optimismo.
Pero por mucho silencio y hermetismo que haya dominado en torno a la cuestión femenina, la mujer siempre ha estado ahí, en la esfera privada o en la pública, pudiendo o no firmar sus obras literarias, pictóricas, escultóricas o musicales, viviendo a la sombra de hombres que se atribuían sus méritos o que las respetaban y valoraban: de cualquier forma, trabajando con voluntad firme de compromiso con la sociedad o con su entorno doméstico inmediato.
Por ello, las diez obras que integran la exposición ‘Juego de interiores. La mujer y lo cotidiano’ constituyen un buen reflejo de la presencia femenina en la Historia Moderna y Contemporánea, desde el siglo XVII hasta principios del XX, gracias a los pinceles de los pintores de diferentes nacionalidades (danesa, holandesa, francesa, italiana y estadounidense) cuyas obras se exhiben en estos días, haciéndonos esbozar una sonrisa alguna de ellas, como El tamborilero desobediente, del holandés Nicolaes Maes, alumno de Rembrandt y uno de los mayores exponentes de este género, junto a Vermeer.
De este modo, la pintura holandesa de interiores que adquirió entidad como género propio en la Holanda del siglo XVII convive, en la misma sala, con las escenas domésticas y con los retratos de mujeres en sus estancias privadas, típicos del siglo XVIII. La sensación de sosiego y naturalidad que transmiten estas instantáneas de cuadros familiares y domésticos, la luz envolvente que preserva la intimidad del hogar del bullicio exterior y la introspección de la mayoría de las protagonistas de las obras son otro buen aliciente para visitar esta exposición que estará abierta hasta el 2 de junio de 2013.
Laura Lara Martínez
Doctora en Filosofía. Profesora de Historia Contemporánea.
Udima, Universidad a Distancia de Madrid