En la efeméride de la victoria electoral del Frente Popular tal día como hoy de 1936 y a pocos meses del octogésimo aniversario del inicio de la Guerra Civil que conmemoraremos el próximo julio de 2016, cabe traer al recuerdo esas instantáneas que, a los historiadores contemporaneístas, nos permiten sentir el pulso de una época compleja, de hambre, enfermedad y miseria, como fue la que siguió al último parte del bando vencedor, dado en Burgos el 1 de abril de 1939.
La prensa internacional convirtió esta contienda en la Spanish Civil War, examinada en no pocas ocasiones como laboratorio de experimentación de la que en breve estallaría a modo de Segunda Guerra Mundial; prueba de ello es este periódico ecuatoriano que el 8 de noviembre de 1936 anunciaba, erróneamente, la inminente toma de Madrid por los autodenominados nacionales.
Tiempos de delación y de sospecha, de cartilla de racionamiento, de depuración del magisterio, de justificaciones sin fin para que sólo la sinrazón tuviera la última palabra fueron inmortalizados por las cámaras fotográficas de algunos españoles y extranjeros continuadores de la labor del estudio de Albero y Segovia, de Hans Gutmann (Juan Guzmán) o del mismo Robert Capa, quienes ya habían enfocado sus objetivos en la lucha fratricida.
El último citado no lejos de la duda acerca de la verosimilitud de ciertas fotos, como el miliciano caído en Córdoba o el soldado republicano muerto en un árbol en Teruel que según otras hipótesis sólo estaba gritando y, por tanto, no habría sido asesinado mientras tendía hilo telefónico, tal como publicó la revista francesa Regards el 13 de enero de 1938.
La mirada del vencido siempre suscita la inocencia del que comienza de cero. Así inició su trayectoria la industria fotográfica ANACA en Murcia en 1953, acrónimo tomado del nombre de su fundador, Ángel Navarro Candel, quien empieza su andadura viajando por toda la provincia esperando encargos de renovación de equipos. Tras el paso de sus fabricaciones por la Feria Internacional de Muestras de Valencia y de Barcelona, se expone la cámara de estudio Anaca en la Photokinia de 1958. La revista Arte Fotográfico resalta todas sus cualidades:
(…) Esta cámara ha llamado la atención en la Photokinia por su acertado proyecto y construcción. Es de construcción totalmente metálica, y sus mandos están dispuestos de total forma que se puede enfocar en cualquier ángulo que se desee sin dejar de observar la imagen en el cristal esmerilado (“Photokinia 1958”, Arte Fotográfico, año VIII, número 85, enero de 1959).
Durante los veinticinco años de existencia de ANACA, se fabrican sesenta y un objetos relacionados con el mundo fotográfico, de los cuales 18 son cámaras de estudio, 15 maquinaria de laboratorio, 10 aparatos de iluminación, 7 accesorios de salón y una decena de complementos. La casa se adapta a las necesidades de los clientes, llegando a crear una máquina para que un ciezano pudiera seguir con su negocio, a pesar de haber quedado lamentablemente manco en un accidente. Sus piezas viajan por la geografía de una España que, tras el aislamiento y la autarquía, comienza a recuperar el poder adquisitivo y vive el momento privilegiado del retrato de galería, cuando varias generaciones, vivieran o no la Guerra, solicitan ser inmortalizadas por el fotógrafo: bien en solitario para documentos oficiales o escolares, también en las aulas con el mapa de España como telón de fondo; ya en la adolescencia (que en aquellos tiempos directamente era edad adulta) para los juegos del amor y del azar, o en grupos familiares en el contexto del estudio o trasladando la cámara a las fiestas populares. Nuevamente, el poder evocador de los objetos como exponentes del tiempo que siempre camina en progreso.
Laura Lara Martínez.
Doctora en Filosofía. Profesora de Historia Contemporánea.
Udima, Universidad a Distancia de Madrid