Cuando llega esta época del año, en el que ya se ha traspasado la frontera del otoño y comienza a hacer frío de verdad, las calles se adornan con luces y brillan los árboles de Navidad en escaparates y plazas de las ciudades, nos preparamos para vivir un momento especial, el de la Navidad. Pero antes de eso, llega otra festividad que goza igualmente de una tradición centenaria. Se trata de Janucá, también conocida como la Fiesta de las Luces, una festividad judía que conmemora la rededicación del Segundo Templo de Jerusalén durante el periodo del dominio seléucida en el siglo II a.C. Este evento histórico se ha convertido en una celebración significativa para la comunidad judía, marcando ocho días de reflexión y regocijo.
La tradición de Janucá se remonta al año 165 a.C., cuando los judíos liderados por Judas Macabeo lograron liberar Jerusalén y recuperar el Templo de manos de los seléucidas. La historia central gira en torno a la milagrosa duración de una pequeña cantidad de aceite que, según la leyenda, debería haber sido suficiente para un día, pero que ardió durante ocho días, simbolizando la presencia divina y la resistencia judía.
Janucá es una festividad cargada de significado religioso y cultural. Más allá de la victoria militar, la celebración destaca valores fundamentales como la libertad, la perseverancia y la fe. Este periodo es propicio para la reflexión sobre la importancia de preservar la identidad cultural y religiosa en medio de desafíos adversos.
Esta festividad se lleva a cabo durante ocho noches y días, comenzando el 25 de Kislev en el calendario hebreo, que generalmente cae entre finales de noviembre y diciembre en el calendario gregoriano. Esta elección estratégica del momento del año coincide con el solsticio de invierno y otras festividades, creando un sentido de unidad y conexión entre diferentes comunidades.
La celebración de Janucá tiene un carácter familiar y comunitario. La Menorá, un candelabro de nueve brazos, es el símbolo central de la festividad. Cada noche, se enciende una vela adicional, comenzando con una el primer día y culminando con ocho el último. Este acto simboliza la creciente luz en medio de la oscuridad y representa la victoria sobre la opresión.
Además de encender las velas de la Menorá, otras tradiciones marcan las festividades de Janucá. El juego del dreidel, un pequeño trompo con letras hebreas, es una actividad común, y los alimentos fritos, como las sufganiot (rosquillas) y las latkes (tortitas de patata), son consumidos en honor al milagro del aceite. Por supuesto, también es un momento para los niños, que reciben regalos en esta época del año.
Es también un momento de reflexión para la comunidad judía. En concreto, sobre la importancia de la libertad religiosa y la preservación de la identidad cultural en la historia judía. La festividad también resalta la importancia de la esperanza y la luz en tiempos difíciles, recordando la resistencia y la valentía de aquellos que lucharon por la libertad.
Janucá es una celebración importante para los judíos porque representa la victoria de la luz sobre la oscuridad, del bien sobre el mal, y de la libertad sobre la opresión. Es una época de alegría y celebración, en la que los judíos se reúnen con sus familias y amigos para celebrar la victoria de sus antepasados.