1813 significó el crepúsculo y 1814 el ocaso de la Guerra de la Independencia española, esa lucha romántica y liberal al mismo tiempo por el respeto de la identidad del suelo patrio frente al invasor. La batalla de Vitoria de 21 de junio de 1813, aquélla que sirviera de inspiración a Beethoven, y la de San Marcial, acaecida el 31 de agosto del mismo año, marcarían el comienzo de su final.
El Tratado de Valençay de diciembre de 1813 había significado la conclusión diplomática de ese laberinto iniciado en Fontainebleau seis años antes.
Como profesora de Historia Contemporánea, me sorprende contemplar que el 28 de mayo de 2014, bicentenario del término definitivo de la contienda, haya pasado sin recuerdo institucional. La Doctora María Lara y yo realizamos un programa de radio sobre la Guerra de la Independencia haciendo remembranza de tan insigne fecha ese mismo día. Se conmemoraba el 200 aniversario de la retirada transpirenaica de las tropas francesas al mando del general Pierre Joseph Habert que todavía quedaban en Cataluña, acontecimiento que confirmaba la rendición. La revolución liberal operada de forma paralela a la contienda con las Cortes de Cádiz como baluarte, afortunadamente sí contó con actos específicos: en 2010 al cumplirse el 24 de septiembre el bicentenario de su inauguración (que podemos contemplar en el Congreso de los Diputados en la obra de José Casado del Alisal) y el 19 de marzo de 2012 con la efeméride de la promulgación de su Constitución, al igual que el propio 1808.
Daoíz, Ruiz y Velarde en el 2 de mayo madrileño, Palafox, Agustina de Aragón y María Agustín en los Sitios de Zaragoza, Castaños en Bailén (nuestra primera gran victoria), el Empecinado y hasta San Martín, luego libertador del Cono Sur americano, así como tantos otros héroes y heroínas populares como los que inmortalizara Goya bien merecen nuestro recuerdo y agradecimiento. El orgullo español había vencido a la soberbia gala. La moraleja no es otra que el honor, el valor y la honestidad han de prevalecer ad aeternum frente a la traición, la cobardía y la hipocresía, así en la guerra como en la paz, pues sólo el tiempo conoce la respuesta…
Laura Lara Martínez.
Doctora en Filosofía. Profesora de Historia Contemporánea.
Udima, Universidad a Distancia de Madrid