fullsizerender-2Hace unos días, el 10 de enero, en vísperas de la gala de los Premios Goya, la Profesora Laura Lara y yo acudíamos a la Academia del Cine para participar como historiadoras en el pase especial de «Psiconautas, los niños olvidados», película escrita y dirigida por Alberto Vázquez y Pedro Rivero, y coproducida por la productora gallega Zircozine y la bilbaína Basque Films. Con los productores, Carlos Juárez y Luis Tosar (actor que Los últimos de Filipinas, ahora en cines, encarna al Teniente Martín Cerezo) dialogamos ampliamente en la sede de la calle Zurbano.

​Psiconautas está nominada a los Premios Goya, que se entregarán el 4 de febrero, en la categoría de mejor película de Animación y su estreno en salas comerciales está previsto tras la celebración de dicha gala. La producción se ha exhibido internacionalmente con gran acogida y ha ganado una docena de premios, entre ellos en festivales de San Sebastián, Stuttgart, Sofía, Monterrey, Buenos Aires, Turín, Poznan, Montreal y Ciudad de México.

El título de entrada ya llama la atención: porque todos somos navegantes de nuestra propia mente y porque el estado de conciencia es quizás la dimensión más vulnerable que el ser humano posee: ¡que se lo pregunten a las hechiceras que, en mi nuevo libro, «Pasaporte de bruja» (Alderabán, 2016), realizan giras por los Pirineos sin salir de Zugarramurdi o de su aldea castellana!

Mas los episodios inquisitoriales siguen produciéndose hoy a golpe de prejuicio. En Psiconautas, impactan los escenarios, impactan los personajes, impactan las sentencias que, mezcladas con el discurso cotidiano de un ambiente sórdido, pronuncian los adolescentes con esencia zoológica y actitud humana. No esperan estos dibujos animados que, al oír su frase, el espectador vaya a sentirse interpelado. Pero la ratoncita Dinky y el pájaro Birdboy lo logran, consiguen eso: que en las neuronas del público se despierten preguntas sobre su propia historia, el peso que le dan a los rumores y el límite que otorgan a sus emociones más sinceras.

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He aquí algunas de estas instantáneas verbales, enunciadas a modo de decálogo o compendio satírico que invite a la reflexión y a la crítica, antes y después de ver la película, en aras de la salud pública y de la convivencia social, pues como se advierte en otro pasaje «‘la lluvia dificulta el vuelo, pero es un buen ejercicio»:

1. No todo lo que tiene un cuerpo está vivo.

2. No te rindas nunca, no hagas caso de lo que digan los demás.

3. Dejé los estudios y ahora tengo un arma.

4. – ¡Bravo, lo ha matado!
– Lo dudo, éste no es el primer disparo que recibe.

5. A mí lo que me da miedo es quedarme en esta isla para siempre.

6. La basura tiene vida: nace de nosotros, crece y se reproduce.

7. Tú puedes guiarnos, siempre has sabido volar.

8. Deberías ser el dueño de tu vida.

9. La vida baraja las cartas, pero somos nosotros quienes las jugamos.

10. Hoy puede ser un gran día. Sería una pena desaprovecharlo.

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Por esta potencialidad pedagógica de crear alarmas ante realidades cotidianas que ocultan injusticias de raíz, la Doctora Laura Lara y yo recomendamos vivamente la película. Una trama que ya advertimos contiene un guion trágico debido a la incomprensión que inunda las trayectorias de los habitantes de una isla que ha sufrido un cataclismo industrial. Pero que también alberga como sorpresa claves para huir de la gente tóxica (que siempre ha habido, en todos los siglos) con el ánimo de que el sujeto (hombre o mujer, mayor o joven) tome el timón de este barco particular y lleve las riendas de ese banco afectivo que para cada uno constituye su vida.

Y es que ya lo decía el artista aragonés cuyo busto preside la Academia…

Francisco de Goya, el pintor de cámara, que fue patriota de primera fila en 1808 y que, sin embargo, sufrió el ser tildado de afrancesado, nuevamente nos recuerda hoy, con la alegría desbordante de los tapices y el sarcasmo de las pinturas negras pobladas de aquelarres, que es bueno darse cuenta, también en el siglo XXI, de las fisuras de ese burlesco lenguaje de las apariencias porque para muchos sólo «el sueño de la razón produce monstruos».