Cuando se habla de un acuerdo de confidencialidad, se va la mente a un acuerdo entre un famoso y, por ejemplo, uno de sus trabajadores, para así salvaguardar la privacidad, pero estos acuerdos no son utilizados solo en este ámbito, sino en otros muchos sectores económicos.
De hecho, estos acuerdos pueden garantizar la protección de la información sensible en diversas situaciones, como acuerdos comerciales, contratos laborales o colaboraciones estratégicas. Estos contratos, también conocidos como NDA por sus siglas en inglés (Non-Disclosure Agreement), establecen las reglas y condiciones bajo las cuales las partes involucradas pueden compartir y utilizar información confidencial sin poner en riesgo su divulgación.
La redacción de un acuerdo de confidencialidad requiere de atención meticulosa y precisión, ya que cualquier ambigüedad o falta de claridad puede generar confusiones o poner en peligro la confidencialidad misma. A continuación, se presentan algunos puntos clave que se deben tener en cuenta al redactar este tipo de acuerdo.
En primer lugar, es necesario definir claramente las partes involucradas en el acuerdo. Esto incluye la identificación precisa de los individuos o las organizaciones que compartirán información confidencial y aquellos que estarán sujetos a las restricciones de divulgación. Además, se debe indicar el propósito específico para el cual se compartirá la información, asegurando que las partes estén de acuerdo con dicho propósito.
Un elemento esencial en el acuerdo es la definición de qué se considera información confidencial. Esto debe ser detallado y abarcar todas las categorías de datos que se desean proteger, como secretos comerciales, datos financieros, estrategias de negocio, información técnica o cualquier otro tipo de información sensible. Es importante especificar qué no se considera información confidencial, ya que esto ayudará a evitar malentendidos y situaciones conflictivas.
Otro aspecto relevante en la redacción del acuerdo es la duración del mismo. Se debe establecer un período de tiempo en el cual la confidencialidad será exigible, definiendo si tiene una fecha de finalización específica o si se mantendrá vigente indefinidamente. Asimismo, se pueden incluir cláusulas que indiquen cómo proceder en caso de incumplimiento, estableciendo posibles sanciones o acciones legales.
Es importante también considerar las excepciones a la obligación de confidencialidad. Estas excepciones pueden incluir situaciones en las que la información ya sea de dominio público, cuando la divulgación sea requerida por ley o por una orden judicial, o cuando una de las partes haya obtenido la información de manera independiente sin violar el acuerdo de confidencialidad.
La redacción debe ser clara, concisa y comprensible para todas las partes involucradas. Es recomendable utilizar un lenguaje sencillo y evitar tecnicismos innecesarios que puedan generar confusiones. Asimismo, se deben evitar ambigüedades y términos vagos que puedan ser objeto de interpretaciones distintas.
Es aconsejable contar con asesoría legal al redactar un acuerdo de confidencialidad, especialmente en casos que involucren información altamente sensible o cuando se trata de acuerdos complejos. Un abogado especializado puede brindar orientación profesional y asegurarse de que todas las disposiciones legales necesarias sean incluidas de manera adecuada.
Cuando se tienen todas estas cosas claras, solo hay que escribirlo y firmarlo entre las partes, de esta manera se podrá mantener a salvo muchas de los asuntos que son importantes para una empresa o para una persona. La clave es lo que se dice en el refrán, mejor prevenir que curar.
Este es uno de los asuntos de corte jurídico que serán estudiados en el Grado en Derecho que imparte la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.