Al iniciar su mandato, el presidente Trump comenzó a desarrollar los proyectos que habían sido promesas electorales durante su campaña. El más sonado, posiblemente, sería el de la construcción de un muro en la frontera sur del país. Además, dijo, el muro lo pagarían los propios mexicanos. En estos días, los movimientos arancelarios de la administración norteamericana afectan finalmente a México y Canadá, sus socios en el NAFTA. La tensión arancelaria con China comenzó hace meses e, igualmente, el 31 de mayo de 2018 terminaron las fallidas negociaciones con la UE, de tal forma que, a primeros de junio, los aranceles a productos europeos entrarían en vigor. Las mercancías que están teniendo un mayor protagonismo en el episodio son el acero y el aluminio.

La teoría microeconómica explica qué se quiere conseguir al aplicar un arancel. La subida de precios que provoca en la mercancía importada permite que los productores nacionales sean más competitivos y sustituyan a los productores extranjeros. Busca, por tanto, la protección de la industria nacional. Las expectativas para estas industrias mejoran desde el momento en que se anuncia el arancel. Tanto es así que Acerinox, con una gran presencia como productor local en Estados Unidos, ha experimentado una importante subida en bolsa en los últimos días.

La teoría también analiza quién paga el arancel. Una de las conclusiones incide en el perjuicio para el consumidor nacional (consumidor final o industria importadora), que experimenta una pérdida de bienestar por la subida del precio de la mercancía provocada por el arancel. Así, los grandes perjudicados de la medida serían el exportador y el consumidor o importador nacional. Existe, sin embargo, alguna consideración a tener en cuenta en el análisis. Si el país es grande, como es el caso de EEUU, y por tanto su demanda puede influir en el precio internacional, el descenso de dicha demanda (que ahora es cubierta por los productores nacionales) también provoca una bajada del precio de la mercancía, de tal forma que los consumidores nacionales no salen tan perjudicados, contrariamente a los exportadores que ven cómo su ingreso disminuye al caer el precio.

Por último, la teoría también cita a otro gran beneficiado: la administración pública, que dispone de una mayor recaudación arancelaria con la que puede pagar, por ejemplo, muros fronterizos.

El componente político de la cuestión nos lleva a valorar el papel de las posiciones de fuerza que se establecen para una negociación futura a la que se quiera ir con una ventaja inicial. Desde David Ricardo y su teoría de la ventaja comparativa, la economía sabe que el proteccionismo a medio plazo se traduce en menor actividad y, por tanto, menor riqueza, más paro,… Las posiciones de la administración Trump solo se sostienen, por tanto, en función de una negociación futura de nuevas condiciones frente a Europa, una renegociación del NAFTA y una limitación de la competencia desleal de China, que es la responsable de un volumen de déficit comercial de EEUU de unos 375.000 millones de dólares, más de la mitad del total estadounidense. Las represalias de mexicanos, canadienses, europeos y chinos, llevan a la economía mundial a una especie de juego de la gallina en el que todos pierden en el choque y que, por tanto, todos saben que más tarde o más temprano se detendrá. Trump entonces querrá negociar con la ventaja de una posición de fuerza demostrada con una política arancelaria agresiva. Golpeando fuerte, como él mismo dice, es como ha tenido éxito en sus negocios particulares.