Este siglo se ha torcido. Comenzó con el hundimiento de un muro y promesas de inmortalidad, pero se nos ha torcido. Creíamos ser casi dioses, seres ubicuos con una pantalla en la mano, cuando nos atacó la maldad escondida en trenes y aviones. Y nuestra mochila se cargó con miedo. Más tarde llegaron guerras absurdas, los bancos se derrumbaron, el dinero se filtró por los desagües y a nuestra carga se añadieron deuda y pobreza. Y ahora, cuando tomábamos conciencia de que el aire está enfermando, ha llegado este virus que nos hurta los abrazos.
Aún así, y a pesar de tanto dolor y quebranto, no me rindo.
Un médico contaba que, tras ya varias semanas de lucha a brazo partido, están observando minuciosamente la evolución de su enemigo y afilan la precisión en la primera línea combate.
Y no están solos.
Le preguntaron una vez al maestro Narciso Yepes por qué su guitarra tenía diez cuerdas en vez de seis. El contestó: “Las otras cuatro, aunque apenas las toque, también suenan”.
Los psicólogos dan consuelo por teléfono a enfermos de pena a quienes en estos días se les cae el techo encima.
El personal del 016 atiende llamadas, apenas susurros, para ayudar a mujeres encerradas con lobos.
Los repartidores dan desde lejos los buenos días cuando llevan paquetes a las casas.
El dependiente de la tienda saluda sonriendo tras su mascarilla.
Oksana, la asistente de ayuda a domicilio que atiende a mi madre, se juega la salud en tres trasbordos para venir cada día a levantarla.
Mi amiga periodista Pepa Ariza escribe en su blog artículos hermosos en los que narra la desolación por la muerte de su padre en una residencia de Madrid, usando la palabra como denuncia para que nadie más tenga que pasar por ello.
La policía de Santa Comba, en A Coruña, acude con pancartas y disfraces a cantar a los niños xalleiros que cumplen años y que los miran felices desde sus ventanas.
Mis compañeros de informática del CEF.- se afanan a diario echando horas y horas para que todo funcione bien cuando damos una clase.
El Whatsapp nos trae, a cientos, chistes, alegría, y jotapegés de cielo y flores.
Ha vuelto Gomaespuma. Carmelo Cotón, Peláez, Luis Ricardo Borriquero, Chema Pamundi y su Manager, Gustavo de Básica y don Eusebio.
Y tenemos la música: a Massiel y al La la lá, a Manolo y a Ramón y a los treinta del Resistiré, a Estopa y a Rozalén y a su Vivir.
Se nos ha ido Aute, pero queda La Belleza.
Sobreviviremos aunque haya momentos de bajón.
Y lo haremos mejor.
Hoy, el sonido de la guitarra es más bonito, pues somos las cuatro cuerdas.
Licenciado en CC. Económicas y Empresariales. Profesor en el CEF.- Centro de Estudios Financieros y en la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.