En las próximas horas se aprobará en Consejo de Ministros la primera de las tres grandes reformas estructurales anunciadas por el nuevo Gobierno.
La reforma del sistema financiero, junto a la reforma del sistema presupuestario y del mercado de trabajo, constituye uno de los ejes básicos del plan de salvamento económico diseñado para nuestro país por propios y extraños.

Para los que aún creemos en la capacidad de nuestra economía, confiamos en la formación de nuestros ciudadanos y presumimos la honradez y profesionalidad de nuestros dirigentes, propios y extraños, el inicio de estas reformas alientan nuestra esperanza ante el temporal de incertidumbre y frío que en estas fechas azota nuestro país.

Luis de Guindos, ministro de Economía y Competitividad, adelantó ayer las principales líneas de la reforma e hizo hincapié en el objetivo perseguido: conseguir un sector más saneado y mejor dimensionado, con el objetivo de que vuelva a ejercer su función principal, conceder crédito a las familias y empresas para recuperar el crecimiento económico y la generación de empleo.
Los esfuerzos exigidos por la nueva reforma van dirigidos a incrementar el saneamiento de nuestro sistema financiero en una cifra próxima a 50.000 millones de euros mediante el establecimiento de nuevas provisiones y dotaciones de capital. Además, la reforma contempla condiciones más flexibles de adaptación al nuevo marco para aquellas entidades que participen en procesos de fusión o consolidación. El objetivo es lograr un ajuste en el exceso de capacidad del conjunto del sector y que mejore la eficiencia de las nuevas instituciones.
Los activos inmobiliarios ligados al crédito promotor del conjunto del sistema financiero español ascienden, a 30 de junio de 2011, a 323.000 millones de euros, de los cuales 175.000 millones se encuadran en la categoría de problemáticos (88.000 millones en suelo y promoción en curso y 87.000 millones en promoción terminada y viviendas adjudicadas), datos que cifran la magnitud del problema.
La incertidumbre sobre la valoración de estos activos es uno de los factores que dificultan a las entidades acudir a los mercados de financiación mayorista, con la consiguiente detracción de crédito para financiar al sector privado de la economía, siendo por ello imprescindible clarificar el panorama y situar la valoración de activos en una posición más acorde con la del mercado.
Tras la reforma, las provisiones y el colchón de capital cubrirán un 80% de los activos problemáticos, frente al 31% actual, en el caso del suelo; el 65% en el caso de las promociones en curso, antes el 27%, y el 35% en promoción terminada y vivienda, diez puntos superior a la cifra actual.

A la vista de lo anterior y teniendo en cuenta la urgencia de la reforma, la fecha límite establecida para cumplir las exigencias de provisiones y la dotación de capital es el 31 de diciembre de 2012, toca tener paciencia y confiar en que los resultados sean los esperados.

No obstante, como ya es tiempo de reflexión y crítica y no son pocas las dudas que se generan, os dejo alguna reflexión:

¿Cuándo comenzará a fluir el crédito y a qué precio?;

¿Se situará el precio de las viviendas en niveles acordes con la renta media de un ciudadano español, 23.000-24.000 €/año, o el esperado descenso se verá frenado por la llegada de capitales extranjeros, por otra parte necesarios para liberar a nuestro sistema de los grandes paquetes de activos?;

Teniendo en cuenta que de las 820.000 viviendas disponibles en nuestro país, 700.000 se encuentran en manos de la gran inmobiliaria española, el sistema financiero, ¿Darán prioridad las entidades a la financiación dirigida a adquirir sus propios inmuebles?, ¿Tendrán la sartén cogida por el mango?;

Pese a la honradez y profesionalidad presumida de nuestros dirigentes y representantes políticos, el temporal de frío y la incertidumbre me hacen hesitar, ¿Todas estas reformas se plantean pensando únicamente en nosotros, los contribuyentes, los ciudadanos?.

Los que todavía creemos, confiamos y presumimos, debemos seguir responsablemente, pese a la incertidumbre, desde el suelo, esperando a que amaine el temporal.