El tamaño o dimensión de la empresa quiere expresar el mayor o menor volumen de cada una de las magnitudes que sirven para explicar lo que es y lo que hace la unidad económica. En definitiva, este concepto se apoya en la medida de las magnitudes económicas explicativas de la estructura y de la actividad de la empresa. Por tanto, el conocimiento del tamaño permitirá el poder diferenciar entre mayores y menores empresas.

Esta es la primera razón del estudio del tamaño: servir de factor de identificación empresarial o forma de establecer una tipología de acuerdo a sus distintos volúmenes.

Dicho esto, la empresa puede ser clasificada en varios tamaños según la aplicación de determinados criterios de medida. Normalmente se suele diferenciar entre empresas grandes y pymes (pequeñas y medianas). Las primeras suelen descomponerse en dos grupos: megas o muy grandes (empresas globales y de estructura polifórmica o muy compleja) y grandes. Las segundas se suelen dividir en medianas, pequeñas y muy pequeñas o artesanales (microempresas).

Esta tipología permite conocer la estructura empresarial de una economía, observándose que el colectivo de las pymes viene a representar en la mayoría de los países industriales en torno al 95 por 100 de la población empresarial, aunque suele ser el 5 por 100 restante el que genera la mayoría del PIB y del comercio internacional de una nación, claro ejemplo de la concentración económica actual. Esta situación pone de manifiesto que son las pequeñas empresas las que van formando el tejido empresarial y estabilizando las magnitudes económicas, por su efecto difusor y por su situación descentralizada en el sistema económico.

También hay que apuntar que en las comparaciones internacionales existe una cierta correlación entre el número de grandes empresas de un país y los sectores de actividad, con la mayor o menor importancia económica, nivel de desarrollo y especialización productiva del mismo. Es decir, que no es causal que las mayores empresas, y en los sectores de alta tecnología, sean norteamericanas, japonesas o alemanas.

Para finalizar el primer factor explicativo, siguiendo a Bueno y Ontiveros (1980) se puede ofrecer una definición de aceptación internacional de pequeña empresa propuesta en el Informe Bolton de 1971, de forma que, por antítesis, serviría para definir también la gran empresa. Dicho informe señala estos aspectos:

«1. Dispone de una parte reducida del mercado y su actividad no influye en el país en la demanda total.

2. Es dirigida personalmente por sus propietarios, no contratando normalmente directivos profesionales.

3. Es independiente en cuanto a la adopción de decisiones en relación a otras empresas, es decir, está libre de control externo.»

Fuente: Bueno, Cruz y Durán (2002)

El segundo factor explicativo de interés del estudio del tamaño radica en la influencia que este concepto puede tener en la función de costes y, por tanto, en la rentabilidad de la empresa. Razón por la que el mismo ha sido manejado por la teoría de la firma para analizar la función de producción y explicar el modelo de empresa, según el citado enfoque. De esta manera, se pasa inmediatamente al tercer factor explicativo que relaciona dicha influencia en los costes como fuente de posible ventaja competitiva para la empresa. Por ello, el estudio del tamaño está asociado al análisis de la competitividad, a través de la existencia de unas «economías de escala» o de otras «economías» como son las de «alcance» o de «experiencia».

Así pues, se puede adelantar que la función de costes totales de la empresa se compone de dos partes: los costes variables, relacionados con el volumen de producción y los costes fijos o de estructura de la empresa. Ahora bien, estos últimos solo lo son hasta un cierto volumen económico, pues pasando de él la estructura tendría que ampliarse y aquellos se incrementarían (cambio de tamaño). A largo plazo se acepta que todos los costes son variables. En concreto la función de costes totales de la empresa se puede expresar así:

CT  =  C (Q)  +  CF  =  CV  +  CF

siendo:

C (Q)
=
CV
=
Costes variables.
Q
=
Producción.
CF
=
Costes fijos.
Por ello, la empresa, según las distintas dimensiones que puede adoptar, ofrecerá diferentes funciones de costes totales, tanto por el efecto de sus costes de estructura (fijos), como por el menor o mayor coste variable asociado a cada dimensión (economía o deseconomía de escala). En la figura 1, se ofrecen las funciones de coste a largo plazo para el caso de tres dimensiones posibles para una empresa, que permite ilustrar el tema considerado. Cada ordenada OA, OB, y OD representa los costes fijos, y la mayor o menor pendiente de cada curva indicada el efecto de los costes variables de cada nivel productivo.
Figura 1. El tamaño de la empresa y los costes totales

De esta idea se deduce otro planteamiento importante para la rentabilidad de la empresa, que es conocer el volumen de producción mínimo que la empresa tiene que realizar para que sus ingresos se equilibren con los costes totales, punto a partir del cual se obtendrán beneficios con cada unidad producida y vendida. Este punto de equilibrio entre ingresos y costes totales o «punto muerto» sirve como referencia para orientar la elección de la dimensión productiva y conocer el grado de ocupación de la misma, pues en el caso de producir y vender por debajo de dicho punto se tendrá «coste de subactividad», es decir, que la actividad económica no es capaz de superar el efecto de los costes de estructura y se obtendrán pérdidas por un mal aprovechamiento de la capacidad instalada. El citado «punto muerto» hay que recordar, ya fue introducido en la Unidad didáctica 7.

Como se muestra en la figura 2, una empresa con unas funciones de ingresos y costes discretas, en las que tanto el precio y el coste variable son constantes en el intervalo productivo considerado. Siempre que el precio sea mayor que el coste variable de cada unidad de producto la empresa tendrá pérdidas hasta llegar al punto de equilibrio entre ingresos y costes (PE), dado el efecto de los costes fijos (CF), por lo que a partir del volumen de producción QE la empresa entrará en la zona de beneficios, razón por la que a ese punto se le llama también «umbral de rentabilidad».

Finalmente, el tamaño también es utilizado como expresión de una variable externa o «contingencia» que influye en el diseño y funcionamiento de la estructura de la organización. Normalmente las empresas de mayor dimensión suelen tender a incrementar su nivel de burocracia, tienden a ser más rígidas en su funcionamiento y más lentas en la adopción de decisiones, dada la configuración alargada y estamental de sus relaciones jerárquicas. También las organizaciones grandes presentan mayores costes de coordinación y de control interno de sus objetivos y actividades, cuestiones que deben ser comparadas con el mayor o menor ahorro de costes asociados al tamaño para determinar la mayor o menor eficiencia del mismo o ayudar a la búsqueda de la pretendida dimensión óptima.
Figura 2. El «punto muerto» o «umbral
de rentabilidad» de la empresa

Por otra parte, el concepto de crecimiento de la empresa, a diferencia de su significado genérico en economía que se asocia al proceso de incremento de la producción a lo largo del tiempo, incluye también el de desarrollo, que se relaciona más con cambios cualitativos en el agente económico. Siguiendo a Bueno (1993b) se puede proponer esta definición:

«Desarrollo que está alcanzado por la empresa, manifestado tanto por el incremento de las magnitudes económicas que explican su actividad, como por los cambios observados en su estructura económica y organizativa.»

Concepto de carácter dinámico que explica la variación en el tamaño y en la estructura (aspectos cuantitativos y cualitativos) de la empresa en momentos consecutivos del tiempo. En definitiva, hablar de tamaño hace referencia a un concepto estático y parcial, mientras que hacerlo de crecimiento es tratar de aspectos dinámicos y generales.

El crecimiento de la empresa es siempre un concepto relativo, es decir, que existe si el incremento es superior a la tasa de crecimiento del sector o de sus empresas competidoras.

La medida del crecimiento se efectúa con el cálculo de una tasa interanual de alguna de las magnitudes económicas características que se utilizan para medir el tamaño de la empresa.

La teoría del crecimiento (Penrose, 1962) indica que el objetivo fundamental es buscar un desarrollo cuantitativo y cualitativo basado en el efecto sinérgico. Es decir, que la combinación o unión de los elementos genere un valor superior a la simple suma de los mismos. Expresión de la «sinergia» que se plantea como que 2  +  2 pueda ser mayor que cuatro.

Dicha teoría señala que los límites al crecimiento o de la presencia de «deseconomías de escala», se produce normalmente por la capacidad directiva o por la liberación de «servicios directivos» que lo puedan gestionar; en otras palabras, también por la capacidad para asumir y gestionar el incremento del riesgo de un aumento de la dimensión empresarial. En definitiva, son los factores de dirección y de riesgo los que condicionan el éxito o la eficiencia de los procesos de crecimiento empresarial.

Existen dos formas de crecimiento de la empresa, que ya han sido mencionadas en páginas anteriores, al definirse los procesos de producción y de análisis de la inversión económica. La primera forma es el crecimiento interno, que se concreta en la inversión que crea una capacidad productiva nueva en el propio seno de la empresa. La segunda forma es la del crecimiento externo, la cual se basa en la fusión, adquisición y control de empresas por la que no se tiene por qué generar inversión nueva, forma que define la concentración de la empresa, como proceso económico que será tratado en el epígrafe tercero. El crecimiento externo si se realiza en el mismo sector se llama «concentración horizontal»; si se efectúa entre actividades interrelacionadas técnicamente o entre bienes intermedios y el bien final se llama «concentración o integración vertical», y si se produce entre actividades de sectores distintos la concentración es del tipo «conglomeral».

En definitiva, la empresa preocupada por el crecimiento en sí es consciente de que ninguna unidad de producción se encuentra libre de amenazas de obsolescencia de sus productos, de saturaciones de los mercados en que opera y de cambios a nivel internacional de estructuras de mercado y sectoriales. Estos cambios, a veces tan rápidos y sorprendentes que traen consigo una reducción de la vida de los productos y, en ocasiones, desaparición de industrias y creación de otras nuevas, demandan de la empresa un continuo estudio de sus relaciones con el medio para buscar e investigar sobre nuevas oportunidades de inversión.