El sistema de producción ha sido normalmente el aspecto del sistema técnico que ha justificado el papel de la empresa como unidad básica de la economía de mercado.

Modernamente se define como dirección de operaciones el conjunto de procesos, procedimientos, métodos y técnicas que permiten la obtención de los bienes y servicios de la empresa, de forma que la adopción de unas decisiones incremente el valor de dichos productos para satisfacer una demanda.

El sistema de producción presenta una estructura por la que se transforma un valor gracias a una tecnología, proceso que se compone de un conjunto de actividades vinculadas o cadena en la que el fin último es maximizar un margen y lograr un valor para el cliente.

Las decisiones básicas giran en torno a la elección del tipo de proceso y de su capacidad (diseño), de los inventarios, de la fuerza de trabajo y de la calidad.

Existen diversas clases de procesos de producción, a tenor de distintas características, destacando los que trabajan en serie (o producción continua) y los intermitentes (o por pedido); los de producción simple y múltiple y los que, según la secuencia de actividades, actúan de forma monoetapa, bietapa y multietapa.

El diseño del sistema de producción representa normalmente una decisión a largo plazo, vinculada a los aspectos básicos de tipos de productos, clases de procesos, capacidad productiva y otras cuestiones vinculadas con la localización y distribución en planta y las políticas generales sobre inventarios, tareas y puestos, calidad y mantenimiento. Frente a estas decisiones surgen las operativas a corto plazo, que constituyen las acciones propias del plan de producción de la empresa.

Los costes de producción representan uno de los temas de mayor preocupación de la dirección de operaciones. El proceso de cálculo del coste parte del conocimiento de las categorías básicas: variables y fijos y directos e indirectos. Con estas distinciones se puede pasar a la localización del coste por centros de trabajo y, finalmente, a su imputación a los portadores del coste o productos. Como el problema básico radica en la distribución de los costes fijos o de los indirectos, normalmente asociados al periodo, se proponen dos modelos: direct costing y sistema ABC. El primero consiste en valorar el producto por los costes directos, lo que da lugar a un análisis de márgenes en cadena o contribución de los diferentes productos y grupos a superar los costes fijos y lograr un beneficio, y el segundo en valorar el producto por el coste de los materiales e imputar el resto de los costes a las actividades que los elaboran, a través de las cuales se podrán imputar a los productos según el uso de aquellas.

Existe un conjunto de modelos y técnicas que desarrollan la planificación de la producción. Primero hay definir la planificación agregada y después concretarla a corto y medio plazo en un plan maestro, el cual indicará qué, cuánto, y cuándo hay que fabricar. Para su programación se pueden emplear métodos operativos, caso de la programación lineal y otros métodos característicos de planificación y control de inventarios y de limitaciones de capacidad, como son los sistemas EOQ, MRP I y MRP II, el CRP o el JIT. Una vez resuelto el problema de producción, se pone en práctica y se controla tanto en su proceso temporal, cantidad, como calidad.

La flexibilidad de la producción ha sido la respuesta necesaria a los cambios de la demanda y a las nuevas condiciones competitivas. Los sistemas flexibles de fabricación se han desarrollado gracias a las tecnologías de la información y al uso intensivo del ordenador, lo que ha permitido producir diversidad de artículos, con series más cortas, con más productividad y calidad y con menos costes. En este enfoque destaca la filosofía JIT o just in time, consistente en fabricar y vender lo que se necesita, cuando y como se necesita. Esto se instrumentaliza con el sistema kan-ban, conocido por su gran difusión y éxito en las empresas japonesas, especialmente Toyota.

Por último, este nuevo enfoque ha permitido pasar de un control de calidad de la producción de tipo tradicional y de base estadística a una nueva filosofía orientada a la «calidad total», que globaliza tanto la calidad y satisfacción del cliente externo, como la calidad como output de cada actividad empresarial u orientada a la satisfacción del cliente interno, el cual integra la cadena de la calidad de la organización.