El proceso de internacionalización de la empresa ha sido estudiado desde muy diversas perspectivas, destacándose entre ellas dos grandes enfoques:

  • El económico o racional.
  • El enfoque secuencial.

Dentro del enfoque económico, las dos teorías más reconocidas otorgan un papel protagonista a los costes de transacción que se derivan de la movilización de activos intangibles de la empresa por encima de las fronteras nacionales. Por una parte, se encuentra la teoría de la «internalización», para erigir sobre ellos la explicación del fenómeno inversor; por otro, la «aproximación ecléctica», para integrarlos en una consideración agregada de los diversos aspectos parciales implicados en la decisión de internacionalización. Respecto al modelo secuencial, cabe distinguir dos corrientes: el modelo de Uppsala y el enfoque de «innovación».

El término «internacionalización» se fundamenta en la existencia de un derecho de monopolio sobre cinco clases de activos específicos: acceso a la tecnología; conocimientos de gestión en equipo; economías de escala en los centros de producción; mejores ideas de comercialización y marcas generalmente bien conocidas (Kindeblerger, 1969).

Con relación al primer enfoque (teoría de internalización) está referido a las ventajas en propiedad que a su vez se sustenta en el hecho de que la posesión de activos de naturaleza intangible o inmaterial y las imperfecciones existentes en el mercado para estos activos provocan la existencia de unos elevados costes de transacción. Estos costes tienen su origen, entre otras razones, en la necesidad de establecer mecanismos de coordinación y control por parte de la empresa «vendedora», así como en la incertidumbre en el cumplimiento o no de los términos pactados en el contrato de licencia. La empresa, consciente de tales peligros, tratará de integrar bajo su jerarquía y organización todas aquellas actividades de las que sea capaz, teniendo en cuenta tanto la limitación de recursos a los que esté sometida como las oportunidades y amenazas que le brinde el entorno.

En consecuencia, la empresa solo externalizará parte de sus actividades cuando se cumpla alguna de las siguientes condiciones: cuando los costes de internalización sean notoriamente más elevados que los costes de transacción; cuanto menos específicas sean sus ventajas en propiedad; cuanta mayor interrelación exista entre las actividades y cuanto más estable, competido y disperso sea el mercado al que desea acceder.

El segundo intento de construir una teoría general acerca de la internacionalización proviene de una opción más pragmática: la que resulta de agregar los diversos elementos considerados en los enfoques parciales, previamente existentes. En concreto, son tres los factores que se consideran necesarios para explicar la capacidad y disposición de la empresa a internacionalizarse (González et al., 2000):

  • La empresa debe tener alguna ventaja sobre sus competidoras del país receptor para contrarrestar los inconvenientes de producir en un medio poco conocido. Estas ventajas, denominadas ownership advantages, pueden venir dadas por la existencia de economías de escala y de conocimientos específicos de tipo tecnológico y de capacidad de dirección y gestión empresarial –comercialización y distribución de bienes y servicios, capacidad organizativa y directiva, capacidad para crear nuevas tecnología– y posesión de recursos y activos en general, generadores de ingresos.
  • Debe ser más beneficioso para la empresa internalizar las ventajas anteriormente mencionadas mediante la inversión exterior directa que externalizarlas a través de la venta de patentes o licencias a otras empresas. Este tipo de ventajas se denominan internalization advantages y pueden generarse por las imperfecciones en los mercados de bienes y de inputs productivos, que dificultan la fijación de precios para los mismos, por el deseo de ocultar información específica sobre un determinado producto, proteger su calidad o evitar la intervención pública en forma de aranceles, impuestos, etc.
  • El mercado de destino de la inversión debe poseer algún factor de localización –locatic advantages– tal que, asociándolo con la ventaja específica de la empresa inversora, esta prefiera invertir versus exportar. Estos factores de localización pueden basarse en elementos de coste o en factores relativos a la demanda. En el primer caso, tanto el coste, como la disponibilidad y abundancia de recursos naturales y factores productivos serán las variables a tener en cuenta. Con respecto a los factores relativos al mercado, el nivel de demanda actual y potencial, las políticas gubernamentales, el grado de rivalidad existente, la existencia de barreras al comercio o la inestabilidad política serán, entre otros, los elementos a tener en cuenta.

El enfoque «ecléctico» integra en una única propuesta las ventajas específicas de la empresa –ventajas de propiedad–, las ventajas de la internalización y las características del mercado receptor, o ventajas de localización. Cada uno de estos tres conceptos abarca teorías acerca de los factores que motivan a una empresa a ser multinacional, de forma que cada uno de ellos, como teoría independiente, es un enfoque incompleto. Además, la interacción de estas ventajas puede funcionar de forma diferente para cada empresa en concreto.

Pese a la indiscutible capacidad de sugerencia de los dos enfoques anteriores existen limitaciones que dificultan su utilización directa como instrumentos teóricos útiles para analizar la complejidad con la que aparecen, en la actualidad, los procesos de internacionalización. En general se puede decir que se trata de enfoques estáticos que tienen como sujeto preferente a las empresas de gran tamaño y con aceptable implantación en los mercados internacionales. De ahí que para estudiar la secuencia seguida por empresas de pequeña o mediana dimensión, sea conveniente reparar en la aportación realizada al análisis del proceso de internacionalización desde una tradición diferente: la teoría de las «fases de desarrollo».

El estudio de una serie de empresas multinacionales europeas, particularmente nórdicas, condujo a algunos autores, agrupados en torno a la escuela de Uppsala, a atribuir al proceso de internacionalización una naturaleza fundamentalmente evolutiva; en consecuencia, la empresa asciende a niveles superiores de compromiso internacional, tras asentarse y acumular experiencia en los tramos previos.

Siguiendo a Johanson y Wiedersheim (1975), hay que reconocer que la ausencia de recursos y de conocimientos sobre los mercados exteriores genera un nivel de incertidumbre que solo puede ser reducido a través de la toma incremental de decisión, es decir, de una serie de pasos acumulativos a lo largo del tiempo, que debido al aprendizaje de la organización van gestando un compromiso internacional cada vez mayor. Se constituye así el primer modelo del proceso de internacionalización que ofrece un cierto carácter dinámico al incluir el feed-back en forma del proceso de aprendizaje. Este modelo de toma de decisiones se expresa como una «cadena de entrada» que representa una expansión progresiva de las operaciones del exportador no regular a las del exportador vía agente, a la subsidiaria de ventas, para terminar en subsidiarias de producción.

La teoría de las «fases de desarrollo» proporciona una interpretación del proceso que resulta especialmente útil en el caso de las pymes o empresas que se encuentran en las primeras etapas de internacionalización, ya que es más fácil que la gran empresa prescinda del gradualismo propuesto. En definitiva, desde esta óptica la internacionalización tiene un sentido más amplio que la exportación, pues significa relacionarse con el exterior desde un plano más rico: importar/exportar productos o servicios, tecnologías, subcontratar, colaborar con empresas externas y por supuesto invertir en el exterior.

Existen distintas coordenadas a la hora de afrontar el reto de la internacionalización. Una de las perspectivas más clásicas está en el análisis del riesgo y el alcance asociado a las decisiones básicas de internacionalización. Posicionarse sólidamente en el exterior es posible a través de la inversión, si bien implica un mayor riesgo. Existen pasos previos, por ejemplo comerciar, es decir, exportar e importar. También podría plantearse un paso más allá, lo que se denomina como involucrarse, esto es, internacionalizarse a través de franquicias o empresas mixtas. Aun reconociendo que esta última vía es superior a la pura comercialización, no alcanza los visos de futuro que se pueden derivar de una inversión bien realizada (Canals, 1991).

Por ello, el proceso de acceso a los mercados exteriores no tiene necesariamente que producirse siguiendo la secuencia anterior, si bien suele ser el esquema más habitual de introducción progresiva en dichos mercados. Cada fase exige mayores capacidades, fundamentalmente estratégicas, sin perjuicio de las financieras, puesto que con el paso del tiempo el compromiso va aumentando y con ello el riesgo en el que se incurre.

El proceso de internacionalización también puede entenderse como un proceso innovador por cuanto reporta para la empresa un cambio en la estructura organizativa, en los objetivos estratégicos, en el programa de marketing y, eventualmente, en sus condiciones previas de producción. En muchos aspectos, incrementar el compromiso internacional implica para la empresa asumir una decisión innovadora, de modo que no es extraño que ambos procesos presenten notables similitudes. Tres son de especial relevancia (Alonso, 1994), a saber:

  • En primer lugar, en ambos casos se trata de decisiones creativas que se adoptan de acuerdo con las condiciones que impone el mercado y con las posibilidades, siempre limitadas, de una organización que actúa en condiciones inciertas.
  • En segundo lugar es preciso reconocer que en ambos procesos intervienen factores que están gobernados por una secuencia manifiestamente acumulativa.
  • Y, en tercer lugar, ambos procesos distan, tanto de seguir una ruta determinista (según se podría derivar de una visión simplificadora de su carácter acumulativo) como de una plenamente aleatoria, a la que podría conducir el carácter incierto de las decisiones que la respaldan.

Por último, únicamente cuando la empresa tiene claridad acerca de las ventajas a alcanzar a través de la internacionalización, puede ella comenzar a responder los dilemas estratégicos que se le presentan:

  • En qué mercados entrar.
  • Con qué estrategia de mercado.
  • Con qué tipo de organización.