El objetivo fundamental asignado a la actividad económica es la satisfacción de las necesidades humanas. Sin embargo, desde hace bastantes años, ha ido adquiriendo, a mi juicio, demasiada supremacía la economía financiera. Parece como si lo único importante fuese la potenciación de una serie de operaciones de ingeniería financiera, muchas de ellas completamente virtuales y con cierto componente piramidal.
Todo ello ha ido en detrimento y descuido de la economía real: de la que vivimos todos a diario, la de los bienes y servicios que si integran las necesidades humanas.
Ha influido de manera determinante la llamada Globalización. Que no es otra cosa que Globalización Financiera. Basta observar que se mueven diariamente capitales a corto plazo (dinero) equivalentes a tres veces el PIB español de un año. Estos movimientos especulativos se producen (sin ningún movimiento físico, ya que son meras anotaciones contables compensadas entre los bancos) en lo que dura una mera transmisión informática entre los bancos de todo el mundo.
Sobre estos movimientos no existe ningún control, y son la causa –entre otros que trataremos en otros artículos- de los tremendos problemas que han estado aquejando a la región del euro, y en particular a las economías mediterráneas con mayores problemas económicos. En estos momentos a Irlanda.
Suponen un grave peligro para las decisiones soberanas de cada Estado (incluso para un conjunto de Estados), como se está poniendo de manifiesto en la crisis de la eurozona. El riesgo sistémico (contagio y pánico en los sistemas financieros) continúa causando temor en los tiempos que corren.
La especulación reinante, que no es otra cosa que la manifestación clara y directa de la globalización financiera, puede acabar hundiendo a la propia democracia, si no formalmente, sí de facto en las decisiones económicas más relevantes que ha de adoptar cada Gobierno.
Se da un agravante: todo ese montaje financiero de especulación y avaricia, que nos ha conducido a la mayor recesión vivida hasta ahora, es el que ha motivado (y lo sigue haciendo de vez en cuando) incrementos en las primas de riesgo y, en consecuencia, en los tipos de interés de la Deuda soberana de cada país. De forma que por esa vía si antes ganaron, ahora continuarán ganando más.
Para más “inri”, hay que recordar que la especulación no genera valor ni riqueza alguna, es una mera transferencia o redistribución de valor de unos a otros. Como todo se trata de un juego de “suma cero”. Es decir, que lo que ganan unos pocos en la situación y problemas que estamos padeciendo, sale del sacrificio y sufrimiento de la gran mayoría de las poblaciones que lo padecen.
Los episodios vividos son una clara evidencia de la urgencia en adoptar verdaderos mecanismos de control a los movimientos financieros que devuelvan el poder a los representantes democráticos de los ciudadanos. En caso contrario, la tiranía de los llamados “mercados”, es decir de los mercados del dinero y capitales en sus diversas formas, pueden anular cualquier decisión que se aparte de lo que ellos juzguen como más conveniente para sus negocios e intereses.
El peligro de la total supremacía de lo financiero sobre la economía real, que algunos venimos temiendo desde hace bastante tiempo, cada día se pone de manifiesto de una forma más dramática. Se trata de un problema muy serio, sobre el que apenas existe debate. Veremos si existe punto de inflexión: me temo que no.
Juan José Pintado