Hace dos domingos escuchaba en la radio la experiencia de una persona que, basándose en la confianza que le otorgaban los comerciales de su entidad bancaria de toda la vida, y, tras argumentarle éstos que dicho dinero se encontraba garantizado, invirtió bastante dinero en participaciones preferentes, cuotas participativas y otros instrumentos financieros (deuda subordinada si no recuerdo mal) de una caja de ahorros que posteriormente ha resultado intervenida.
El Viernes pasado leía en un diario de prensa digital que el valor de las anteriores cuotas participativas podría llegar a ser nulo o bien cómo en fechas anteriores se suspendía el pago de intereses a la deuda subordinada de dicha entidad emisora pasando a acumularse como pasivo subordinado los mismos, con lo que los ahorros de varios años de multitud de familias podían haberse ido al traste.
http://www.cotizalia.com/noticias/2012/02/01/la-cnmv-advierte-a-los-duenos-de-las-cuotas-de-la-cam-pueden-perderlo-todo-75739/.
http://www.eleconomista.es/interstitial/volver/cashcash/empresas-finanzas/noticias/3556242/11/11/La-CAM-suspende-el-pago-de-intereses-de-una-emision-de-obligaciones-subordinadas-.html
Me podría extender aún más con instrumentos emitidos de diferentes entidades financieras en sus ansias por ganar en financiación, solvencia y liquidez…(véanse los pagarés emitidos a partir de Septiembre para saltarse la «Ley Salgado» que no quedan protegidos por el Fondo de Garantía de Depósitos), colocando en tramo minorista aquello que los profesionales con capacidad de evaluar el riesgo que una determinada inversión puede llegar a entrañar en relación a la rentabilidad proporcionada no están dispuestos a comprar.
No me voy a parar a analizar los conflictos de interés que presentan determinadas redes de distribución comercial con unas estructuras de inventivos fijadas por la alta dirección, ni tampoco en la eficacia o eficiencia de los organismos que, supuestamente velan por la protección de los ahorradores.
Si el mayor interesado es el propio inversor, ha de superar criterios de decisión basados en la confianza depositada en terceros o en la protección que dicen ofrecer determinados organismos públicos. Debe crecer, desterrando de su criterio de inversión la maximización de la rentabilidad exclusivamente, y comenzando a incluir dentro del proceso de toma de decisiones la comprensión de los riesgos que una determinada decisión de inversión entraña, esto es, si el binomio riesgo-beneficio es el adecuado o no.
No es una tarea fácil, pues pasa por el desarrollo de una cultura financiera encaminada a distinguir y comprender riesgos, como ya sucede en otros países, en aras a enriquecer el proceso de toma de decisiones, sin depender de nadie. Ahí es cuando el minorista se hace mayor.