Hoy en día se considera que la responsabilidad de la función financiera se extiende a todo el ámbito de la organización. La actividad financiera no puede limitarse a las funciones tradicionales; ha de controlar el uso de los fondos y estar presente en casi todas las decisiones que se tomen, aunque aparentemente no sean financieras, ya que la empresa es un sistema cuya situación financiera puede verse deteriorada por decisiones que, en principio, competen a otros departamentos. Así, decisiones asociadas a otras áreas funcionales, tales como la política de precios, condiciones de crédito a clientes o volumen de la producción, influirán antes o después sobre el balance, la cuenta de resultados, la liquidez o el riesgo de la compañía.
El protagonismo de la función financiera en la gestión empresarial se ha visto reforzado, entre otros, por los siguientes cambios del entorno (Pérez Carballo et al., 1997):
- Muchas empresas han experimentado un fuerte crecimiento de su actividad. Han diversificado su gama de productos y han invertido en otros lugares geográficos, lo cual ha exigido descentralizar funciones para tener en cuenta las peculiaridades de cada rama de actividad o de cada país. Pero la descentralización hace imprescindible planificar y controlar las operaciones de cada unidad por separado e integrarlas en el contexto de la empresa, al objeto de maximizar la eficacia de la utilización de los recursos.
- El mayor grado de competencia en los diferentes mercados ha reducido paulatinamente los márgenes de beneficio. Ha pasado la época en que bastaba con vender. Ahora hay que vigilar cuidadosamente la rentabilidad de las inversiones.
- La complejidad del entorno hace necesario estudiar con mayor detalle y rigor las nuevas oportunidades de inversión. También las características del sistema financiero actual exigen un cuidadoso análisis de las fórmulas de financiación de los nuevos proyectos.
- El papel del Estado en la economía tiene un importante peso. Es el mayor ente económico y ha de tomar una serie de decisiones de inversión, consumo y política económica que influyen sobre el área financiera.
- La inflación es un elemento de incertidumbre que plantea numerosos problemas financieros a la empresa y le exige reformular su política en este campo. Pero además los costes se «inflan» como consecuencia de la citada inflación, lo que supone una constante necesidad de nuevos recursos para financiar las inversiones de reposición, tanto en circulante como en activo fijo.
- Finalmente, la evolución económica plantea dificultades adicionales a la empresa. El director financiero es el responsable de estudiar, en su caso, las complicaciones derivadas de la inestabilidad económica. Debe prever qué hacer frente a acontecimientos inesperados. Es necesario que el director financiero explore distintos escenarios y formule políticas alternativas para cada uno de ellos, anticipándose a situaciones extremas. No puede limitarse a registrar lo que ha sucedido en el pasado; ha de intentar vislumbrar el futuro y definir la política financiera incorporada a la incertidumbre del entorno.
En consecuencia, las áreas que suelen asignarse a la función financiera y que en la actualidad conservan toda su vigencia son las siguientes:
- Perfilar qué dimensión económica ha de tener la empresa y cuál ha de ser su crecimiento, cuestiones que se abordarán para ser ampliadas en la Unidad didáctica 9.
- Determinar en qué activos debe invertir sus fondos.
- Formular cuál ha de ser la composición de su financiación.
Estos tres aspectos, que incorporan de una forma u otra casi toda la problemática de la empresa, están íntimamente relacionados entre sí. La dimensión actual y futura vendrá condicionada por las alternativas de inversión disponibles, así como por las características de la financiación, tales como coste, plazo y riesgo. También es cierto que las condiciones en que la empresa pueda financiarse dependerán del tipo de inversiones que acometa. Además, la formulación de la composición apropiada de la financiación exige definir una política de dividendos que permita retribuir a los accionistas de acuerdo con sus expectativas y, a la vez, retener en la empresa los fondos necesarios para financiar equilibradamente el crecimiento.