Todos hemos oído hablar de las grandes oportunidades que ofrece la tecnología para la educación. En muchos países se está haciendo un gran esfuerzo para hacer más tecnológicas las escuelas, para acercarlas a lo que Marc Prensky llama los “nativos digitales”, es decir, a los nuevos aprendices de la sociedad de la información. Aunque no está claro de momento si la manera de aprender de las nuevas generaciones es diferente o mejor, no hay duda de que a los niños les atraen los ordenadores, los dispositivos móviles y los videojuegos. Tampoco hay duda de que, bien usados, pueden ayudarles a aprender mejor. Además, la industria conoce su potencial y genera cada año más y mejores programas dirigidos a educadores, padres, niños y jóvenes.

Pese a esto, la mayoría de los adultos somos conscientes de que no todo son ventajas en este campo. Sabemos, por ejemplo, que los niños son vulnerables si se toman confianza con desconocidos en la red, que pueden visitar páginas cuyo contenido no es adecuado o que pueden engancharse a videojuegos de valor educativo poco probado. Pero, ¿conocemos otros posibles peligros?

Hasta hace poco el mundo de la red y los ordenadores no era tan frecuentado por niños pequeños. El uso del teclado y el ratón suponían una barrera física para quienes aún no tienen la destreza necesaria para usarlos. Por el contrario, la tecnología táctil ha abierto de par en par la puerta a los preescolares. Al mismo tiempo, si antes había niños enganchados a la televisión, empiezan a aparecer casos de niños menores de cinco años adictos a la tableta. Sin llegar al extremo de la adicción, hay evidencias de que la tecnología tan interactiva disponible actualmente sobreestimula el cerebro humano. Las consecuencias de ello son negativas para cualquier persona pero aún pueden serlo más para cerebros en desarrollo y que aún no tienen maduros los mecanismos de inhibición y autocontrol.

El profesor de Psicología Larry Rosen recomienda un uso muy moderado de los juegos en dispositivos móviles: no más de 30 minutos al día para menores de cinco años. Además, tras esos minutos de juego tecnológico, el niño debería dedicar al menos 2,5 horas a otras actividades que implican una activación cerebral distinta (pasear, hacer ejercicio, jugar con muñecos, conversar, oír música…). Y es que las tareas muy absorbentes inhiben la activación de la conocida como Red Neuronal por Defecto. Esta red sí está activa cuando dejamos vagar a nuestra mente o realizamos tareas poco exigentes. Aún no están claras todas las implicaciones de esta red pero puede estar relacionada con la creatividad y el bienestar emocional.

En conclusión, cuidemos el cerebro de nuestros niños poniendo límites a su uso de la tecnología, ofreciendo variedad de actividades y teniendo en cuenta que no siempre son más beneficiosas aquellas que les mantienen más absortos.

Bibliografía:

Larry Rosen en un artículo del Huffington Post
http://www.huffingtonpost.com/dr-larry-rosen/how-much-technology-shoul_b_3142227.html

Mark Prensky en el programa de Redes:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-20-no-molestes-mama-estoy-aprendiendo/953666/

Raichle, M. E. (2010). La red neuronal (por defecto), Investigación y Ciencia, 404, 20-26