«Siento no haber podido escribir durante estos seis meses». Con estas palabras, Javier Espinosa se fundía en un fuerte abrazo con el director del diario El Mundo, Casimiro García- Abadillo, al llegar a la redacción del periódico. Junto con su colega, Ricardo García Vilanova, estos hombres de gran fortaleza mental fueron liberados el pasado domingo tras sufrir casi seis meses de cautiverio, concretamente, 195 días. Ha sido un secuestro duro y largo pero que, afortunadamente, ha tenido un final feliz.

Periodistas de pura cepa. Javier y Ricardo han sido de los pocos que han tenido el valor de adentrarse en un territorio como Siria, avispero de infinidad de grupos armados, con el objetivo de tratar de contar lo que nadie podía contar, puesto que ha sido una guerra muy complicada de cubrir por parte de los medios de comunicación. Un conflicto que, después de tres años, ha dejado más de 130.000 muertos y dos millones y medio de refugiados.

García- Abadillo recordaba a Carlos Herrera en Herrera en la Onda que en la zona donde han estado secuestrados los informadores siguen en cautiverio muchos más, algunos de ellos llevan incluso más de ocho meses, y resaltó el hecho de que España ha sido el único país que ha conseguido liberar a sus periodistas, a pesar de que algunos de los reporteros secuestrados pertenecen a países tan influyentes como Francia, Alemania o Estados Unidos. Como suele ser normal en esta clase de situaciones, el silencio y la discreción empañan las ganas de conocer la historia sobre lo sucedido. Una historia que el director de El Mundo ha calificado de «tremenda».

No es la primera vez que retienen a Javier Espinosa en un conflicto. En 1999 ya estuvo secuestrado en Sierra Leona ante lo que él mismo definió como «unas vacaciones». «Aquí los únicos que corren peligro son las monjitas y los misioneros. Yo no soy héroe ni nada. Ellos sí», declaró en ese momento. Tampoco podemos olvidar hace dos años cuando estuvo varios días incomunicado con su medio al estar retenido en la ciudad siria de Homs. O cuando todos los periodistas abandonaban la ciudad libia de Misrata, Espinosa, que había llegado en un barco, narraba el conflicto refugiado en un gimnasio junto a su compañero García Vilanova.

Sin embargo, la anécdota que mejor explica el compromiso de estos hombres con su profesión es aquella en la que Espinosa, con la clavícula rota al tratar de subir a un vehículo en Libia, perdió su cuaderno en medio de una huida. En ese instante, el periodista de anchas patillas no dudó en bajarse del coche y ponerse a buscarla en medio de la calle, bajo el fuego de las tropas gadafistas. Estaba perdiendo lo más preciado para él, de hecho, lo único que realmente tenía valor: la crónica que había escrito aquel día.