Decía Ortega (y Gasset) que en España se han escrito pocos libros de memorias. Británicos y franceses, por ejemplo, han sido bastante más aficionados a ellas. Por alguna razón el español parece poco inclinado a la autobiografía, a contar su vida, al menos a ponerla por escrito. Hay no obstante excepciones notables. Acabo de leer una excelente, Vida en claro, de José Moreno Villa, publicada en 1944 y me temo que no suficientemente conocida. Pero lo que ahora me interesan no son las memorias, sino sus parientes los diarios.

El diario es un género emparentado con las memorias. Es, o puede ser, otra manera de contar la vida. Y puede servir, y sirve a menudo, de materia prima a las memorias. De él se recogen los materiales para la construcción de la autobiografía, no sin someterlos desde luego a una compleja elaboración, consistente en ponerlos en perspectiva, en interpretarlos desde el presente. En este sentido diario y autobiografía son opuestos: el diario recoge la realidad inmediata, en bruto, naciente; la autobiografía, solo cuando ha pasado a ser estricto pasado.

Pese a lo que decía Ortega, hoy se escriben en España bastantes memorias. Sería instructivo ver por quién y con qué intención. Pero ¿se escriben diarios? Tengo la impresión de que no, de que es un género literario en extinción –no solo en España, desde luego.

A no ser que… se trblog_logoate de una mutación. A no ser que, del mismo modo que el correo electrónico ha acabado con el género epistolar, el diario esté siendo suplantado por esa bitácora moderna que llamamos blog. Es muy posible. Si es así, es, como en el caso de las cartas, muy de lamentar. Pero las cosas de la evolución parecen no tener remedio: la nueva especie o género se impone inevitablemente por sus ventajas adaptativas. Confiemos solo en que los conservacionistas que en el mundo estamos evitemos su completa desaparición.

Sea como sea, los blogs están aquí para quedarse. A ello, quien más quien menos, todos contribuimos.Y dado que están llamados a ser, son ya, una realidad tan importante en nuestra vida, habrá que reflexionar un día seriamente sobre ellos. Todo lo importante da, o debería dar, que pensar.

Por lo pronto se me ocurre esto: salta a la vista que, a diferencia de los antiguos diarios, los blogs son públicos, con una publicidad inmediata. Son además, a diferencia también de los diarios, retroalimentados. ¡Dos signos inequívocos de los tiempos! Lo grave es que los cambios de que son síntoma estos signos son profundos: afectan no a rasgos sociales superficiales, cosméticos o de pura moda, sino a la estructura íntima de la personalidad, a la relación de uno consigo mismo.

Y tengo para mí que también van a cambiar la relación del historiador con la historia.