La plaza de la Puerta del Sol debe su configuración actual a la reforma que se llevó a cabo entre 1853 y 1862. Aquel ambicioso proyecto supuso pasar de una plaza rectangular, que más bien era un ensanchamiento de calles, a una plaza semi-elíptica. En la plaza, ocupando la Real Casa de Correos del siglo XVIII, se localizaba el Ministerio de Gobernación, que por ser la sede de un importante organismo político condicionó el proyecto al considerarse necesario adecuar el espacio inmediato bajo mejores patrones de orden público y seguridad, en una época de convulsiones y revueltas. Hubo, además, otras motivaciones para la puesta en marcha de una obra de tal calibre, entre las que destacaron la necesidad de optimizar la circulación de un espacio muy transitado y mejorar la salubridad de la zona.

La ejecución del proyecto diseñado por el arquitecto Juan Bautista Peyronet se demoró durante varios años debido a su complejidad y envergadura, pues se realizaron expropiaciones y derribos de edificios que afectaron a más de 20.000 m2. Tras el paso de la piqueta, se reordenaron parcelas y alineaciones de calles, y se levantaron nuevas edificaciones acordes con la modernidad de la época. La nueva plaza fue inaugurada en 1862 y aparte del cambio radical en el paisaje urbano, supuso también un marcado aumento del nivel social del barrio, sin perder la vocación comercial que siempre tuvo la plaza.

Desde entonces la Puerta del Sol ha mantenido su fuerza como centro neurálgico en la ciudad, zona de confluencia de manifestaciones y movimientos sociales y espacio de representación política. Su trascendencia como escenario urbano privilegiado supuso que durante el siglo XX los gobernantes de Madrid le dieran un tratamiento especial, sucediéndose varias reformas de ornato y de reorganización del tráfico. En el periodo democrático todos los equipos de gobierno municipal han buscado dejar su huella en este espacio cargado de valor identitario. Así, en 1986 se dispuso una importante restricción al tránsito de vehículos y se instaló un nuevo mobiliario urbano, y en 1990 se colocó la estatua ecuestre de Carlos III y la popular del oso y el madroño.

No obstante, la reforma reciente más ambiciosa se emprendió en el año 2005 con las obras que llevaron el transporte ferroviario de cercanías hasta la Puerta del Sol. En el año 2009 quedó inaugurada de nuevo la plaza, con una considerable ampliación del espacio peatonal y el templete de acceso al intercambiador de transportes diseñado por el arquitecto Antonio Fernández Alba, que aspira a convertirse en un nuevo icono urbano.

Han pasado poco más de tres años desde la última obra y la tentación política de intervenir en este espacio urbano tan relevante nos sorprende de nuevo, con el anuncio en el mes de octubre de otra propuesta de reforma avalada por el recientemente estrenado equipo municipal. La nueva intervención en la Puerta del Sol plantea esta vez plantar árboles en la plaza y adecuar un espacio para terrazas y kioscos de bebidas. Más allá de las muchas valoraciones que suscitará el proyecto, es evidente que el anhelo por dejar huella en la ciudad sigue levantado pasiones y nos permite asegurar que esta no será la última versión de Sol que conoceremos en los próximos años.

Navascués Palacio, P. (1968) «Proyectos del siglo XIX para la reforma urbana de la Puerta del Sol», Villa de Madrid, Revista del Excmo. Ayutamiento (Madrid), nº 25,  pp. 64-81.

Quirós Linares, F. (1983): «La construcción del centro urbano. Política y especulación en la reforma de la Puerta del Sol», Ería, nº 4, pp.81-91.