Gerda Taro

Hace 80 años se libraba en Guadalajara una batalla de la Guerra Civil que hizo albergar esperanzas de triunfo a los efectivos republicanos. Se trató de la primera derrota internacional del fascismo, a partir de la cual la prensa popularizaría la consigna de que «Guadalajara no es Abisinia», aludiendo la presencia del CTV de Mussolini que tan descontento dejó al ejército nacional.

Por la suma de estos factores, después de 1939, pasaría a ser la batalla olvidada y, ahora, que podemos afrontar el pasado sin filias ni fobias, como un punto de reflexión en la lectura del gran libro de la Historia, para quienes somos de la Alcarria resulta emotivo recordar esta fecha. En el caso de quien escribe estas líneas y de la Profesora Laura Lara, la página del almanaque viaja hasta la mesa del despacho de la mano de nuestro Abuelo Ángel, guerrero de la paz y cronista del vendaval que en 1937 experimentó Guadalajara, habida cuenta del despliegue de tropas y de la tormenta atmosférica que trabó alianza con la República.
Pero además de por las bayonetas y de las trincheras, España suscitó una guerra civil de tinta. El incesante tecleo sobre las máquinas de escribir convirtió el periodismo en una continuación del barrizal y de la metralla.
En la provincia de Recópolis y del Infantado, donde nacieron el Henares y la princesa de Éboli, el periodista Ernest Hemingway filmó imágenes, con el realizador holandés Joris Ivens, para el documental The Spanish Earth (Tierra Española, 1937), del que el estadounidense aficionado a los toros fue guionista y locutor.

En plena lucha en Guadalajara

El 27 de febrero de 1937, Hemingway se había alistado como reportero, para la North American Newspaper Alliance (NANA), embarcándose para Europa con el objetivo de cubrir el conflicto sobre la dolorida Iberia. A continuación, un vuelo desde Toulouse a Valencia, con escala en Barcelona, situó a Hemningway en España el 16 de marzo. El escritor americano vio los últimos estertores de la batalla del Jarama. En el fondo de los escondites conversaba con curtidos veteranos que conocían a la perfección las sórdidas rutinas de la guerra. Y, a los pocos días, llegó a  Guadalajara, para contemplar la auténtica dimensión internacional de la conflagración. En apoyo de las tropas republicanas, los italianos antifascistas del Batallón “Garibaldi” se batían contra las fuerzas del CTV de Mussolini. En Guadalajara Hemingway trabó amistad con el jefe de la XII Brigada Internacional, el general húngaro  “Lucasz”, con el que aparece en algún testimonio gráfico.

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También pasó por Guadalajara la fotógrafa alemana (descendiente de polacos judíos), Gerda Taro, pareja sentimental y profesional de Robert Capa. Las instantáneas de Gerda transmiten una visión diferente del conflicto, menos centrado en el movimiento de los carros y más en la retaguardia. En su objetivo, captó a las mujeres instruyéndose en la playa, a los chavales jugando entre las barricadas, a los campesinos de Aragón, a los huérfanos de los asilos, etc. Pero también dio testimonio Gerda de la victoria de las tropas republicanas en Guadalajara y de la infancia de la Alcarria, como refleja la foto tomada en Brihuega de dos niños, uno de los cuales lleva un sombrero de la CNT. La estampa está hecha en la Plaza del Coso en julio de 1937, durante la visita que realizaron los participantes del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas a Guadalajara.

Entre los artistas españoles que figuraban en la organización constaban Rafael Alberti, Antonio Machado, Jacinto Benavente y Miguel Hernández. También Ramón J. Sender, quien plasmaría los anhelos de su generación en Crónica del alba, con el travieso Pepe que, sin ser aún adolescente, en el pueblo aragonés donde vivía ya se había enamorado de Valentina. Los congresistas recorrieron Port-Bou, Barcelona, Gerona, Madrid y Valencia. Antes de clausurar las jornadas en París el 18 de julio, escogieron como lugar emblemático a visitar el frente de Guadalajara.

Mientras la joven miraba el mundo desde el otro lado de la cámara, las campanas estaban a punto de doblar por Gerda. Nadie percibió su sonido entre el choque de las armas y el feroz ruido de las fauces mecanógrafas. Con 27 años, en la ofensiva de Brunete, perdió la vida el 26 de julio de 1937, al caer del estribo del coche en el que viajaba cuando un avión enemigo se aproximó a baja altura. Su cuerpo fue trasladado a la capital francesa y, en 1938, una marca de chicles de Filadelfia incluyó, en una colección sobre Historias verdaderas de la guerra moderna, un dibujo coloreado que representaba el fatal accidente.

El pueblo suele equivocarse poco: la gente de a pie se consumía en el desconcierto y, teniendo noticia de sus hijos muertos o viendo su casa destruida, conocía el remedio; sin embargo, los mandos se enfervorizaban en “ganar”, como si para ganar no hubiera antes que perder… Costaba y cuesta entender aquello de que el hombre forma parte de un «ser colectivo» constituido por todas las personas de manera que, inexorablemente, cuando algo de la existencia desaparece, se desmorona el «ser único» que emana del conjunto como una rúbrica social. Foto Gerda, Plaza del Coso, Brihuega

Pero, por si alguien lo escuchaba, en 1940, acabada la Guerra, Hemingway intentó remarcar este alegato de la paz con la novela protagonizada por un profesor de español, oriundo de Montana y metido, en España, a dinamitero: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad y, por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.