El pasado día 4 de marzo, en plena debacle del gobierno de Hosni Mubarak, uno de los miembros más mediáticos y mundialmente conocidos del régimen saliente anunciaba en una vehemente rueda de prensa (como casi todas sus intervenciones en público) el abandono de sus responsabilidades al frente del Consejo Superior de Antigüedades Egipcias. Me estoy refiriendo al egiptólogo Zahi Hawass, quien durante los últimos diez años había gestionado el inmenso patrimonio histórico de Egipto.

El principal argumento que el propio Hawass adujo para justificar su renuncia fue la trágica situación de vulnerabilidad a la que habían quedado expuestos los yacimientos arqueológicos tras la revuelta popular del 25 de enero. Se podría deducir de esta postura un interés honesto por lo que el patrimonio arqueológico egipcio supone para el país en particular y para la humanidad en general. Pero como arqueólogo que ha trabajado más de 5 años en Egipto, que ha visto hasta donde le han dejado ver y que sigue manteniendo fluidos y regulares contactos con colegas de aquel país, me veo en el derecho (y la obligación) de reflexionar sobre esa argumentación.

Me explico: es posible que una buena parte de los que lean esto hayan visitado las pirámides de Giza, o el Valle de los Reyes, o cualquier otro de los cientos de monumentos visitables del Egipto faraónico. Y que todos hayan acabado la visita con una sensación incómoda debido al acoso de niños, señores con galabeya (es como allí se llama a la chilaba) e incluso miembros del cuerpo de policía. Sin posibilidad de extenderme en explicaciones, solo consignaré dos detalles:

1º) Que esos niños y esos señores son «privilegiados» a los que se les permite (previo pago de la correspondiente comisión) colarse en los recintos arqueológicos para ver si pueden arañar unas libras.

2º) Que al menos hasta el día 25 de enero de 2011, el sueldo mensual de un policía normal (de esos que están destinados en los yacimientos arqueológicos y se ponen tan pesados) era de 450 libras egipcias. Si tenemos en cuenta que la entrada INDIVIDUAL a la pirámide de Keops es de 150 libras egipcias, es fácil deducir que con tres personas que entrasen al día se habría obtenido el sueldo de un policía. El problema es que a Keops entran más de 500 personas diarias (por más que haya un cartel que diga que el aforo máximo diario es de 150 personas).

Si al señor Hawass le hubiese interesado tanto el patrimonio egipcio, habría dedicado sus esfuerzos a que al menos una parte de los ingresos derivados del turismo se reinvirtiesen en el mantenimiento ya no sólo del patrimonio arqueológico, sino de la sociedad que legítimamente es su propietaria y principal beneficiaria: el pueblo egipcio. Pero las imágenes que acompañan a este texto hablan de una realidad mucho más cruda. Muestran las acumulaciones de basura que se prodigan en muchas de las tumbas de las necrópolis de Sakkara y Giza.

Basura en Giza

Las cámaras basurero de Sakkara

Una parte pequeña de esos ingresos hubiese bastado para contratar a un equipo de mantenimiento que limpiase y cuidase esos monumentos, lo cual a su vez habría redundado en beneficio no solo de la integridad de esos monumentos, sino de la sociedad egipcia en su conjunto.

El día 4 de Marzo Zahi Hawass renunciaba a su cargo declarando que «si el Gobierno me lo pide otra vez, no aceptaré este empleo». 26 días más tarde, el 30 de marzo de 2011, aceptaba otra vez el cargo ante la necesidad de proteger el expoliado patrimonio arqueológico de los egipcios. Cuando vuelva a Egipto, que será dentro de poco, iré a ver si ese regreso ha redundado en beneficio de la población egipcia y los monumentos entre los que nació. Ya os lo contaré…