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La importancia de enseñar geometría

Son muchas las dificultades que los estudiantes manifiestan sobre su entendimiento acerca de la geometría debido, en gran parte, al proceso de enseñanza-aprendizaje que han recibido. En este proceso cabe reseñar el tipo de enseñanza que emplea el profesor/a que depende en muchos casos de la propia percepción que tiene sobre la geometría en aspectos clave como pueden ser: cómo se aprende, cuál es su papel dentro de las matemáticas y cuál es su finalidad en la enseñanza de esta.

Aunque cada vez son los menos, cierto es que algunos profesores asocian la geometría, fundamentalmente, con conceptos como pueden ser perímetros, superficies y volúmenes; otros docentes, centran su enseñanza de esta rama de las matemáticas en dar a conocer figuras o relaciones geométricas, sus propiedades y definición. No obstante, cabe resaltar el cambio de paradigma existente, en parte, por el fomento de recursos didácticos y tecnológicos que contribuyen en el proceso de enseñanza-aprendizaje de aspectos relacionados con la geometría.

Con el fin de poner en valor la enseñanza de la geometría, es fundamental reflexionar acerca de las diferentes e importantes razones por las que enseñar geometría.

Por un lado, no se puede obviar la importancia que supuso la geometría en la antigüedad. Su conocimiento permitió a grandes maestros matemáticos y filósofos de la antigua Grecia, como pueden ser Platón, Sócrates y Glaucón, generar otras formas de pensamiento. Para ellos, la geometría supuso la representación física de conocimientos que eran teóricamente verdaderos y que, gracias a la geometría, podían demostrar empíricamente lo que eran. Es indudable que este paradigma ha ido evolucionando a la actualidad y lo que se estudia en geometría hoy en día dista mucho de ser únicamente lo que fue en sus inicios.

Pero, ¿en qué consiste la forma de pensar que se puede desarrollar enseñando geometría? En general, las personas generamos de manera intuitiva, conceptos y relaciones geométricas a partir de la interacción con el espacio; el proceso de enseñanza-aprendizaje de la geometría debe contribuir en el desarrollo del conocimiento de dicho espacio con el fin de ser capaces de generar mentalmente imágenes de figuras haciendo uso de la capacidad de abstracción.

Relación con el entorno

El estudio de la geometría permite, además, interactuar con relaciones tanto en el espacio físico como conceptualizado en un determinado momento. Ello permite validar conjeturas apoyadas en razonamientos que se sustentas por las reglas de argumentación matemática, en particular, un razonamiento deductivo generando nuevos conocimientos a partir de lo que ya se conoce. Por ejemplo, de acuerdo con la teoría, “Todos los cuadrados tienen cuatro ángulos rectos. Son rectángulos.”; por otro lado, sabemos que “Todos los cuadrados tienen los cuatro lados iguales. También son rombos”. Por tanto, aplicando un razonamiento deductivo, podemos afirmar que “Los cuadrados son rectángulos y rombos al mismo tiempo” algo que, además, se puede constatar fácilmente. Así pues, fomentando esta forma de pensamiento, se contribuye a una mayor percepción del espacio, mejorando la capacidad de visualización y abstracción.

Por otro lado, hay que destacar que la geometría está presente continuamente en nuestro entorno. No hay más que detenerse y contemplar la infinitas relaciones y conceptos geométricos que tenemos a nuestro alrededor. Aplicamos la geometría en cualquier contexto: arquitectura, pintura, astronomía, deportes, carpintería, cocina, tráfico…

También, está presente en nuestro lenguaje cotidiano, como puede ser el indicar la perpendicularidad entre dos calles, una escalera en espiral… Adicionalmente, no debemos olvidar que la geometría sirve de estudio para otros conceptos matemáticos clave como pueden ser el empleo de expresiones algebraicas para el cálculo de áreas o volúmenes. Unas buenas bases geométricas contribuirán a una mayor comprensión del entorno en la vida diaria.

En definitiva, la enseñanza de la geometría supone un pilar fundamental para fomentar y desarrollar nuevas estrategias de pensamiento descubriendo nuevas posibilidades creativas fomentando una mayor agudeza acerca de la visión del mundo que nos rodea.

El impacto de las nuevas tecnologías en la educación

Gettyimages.

Echando la vista atrás, es más que evidente cómo ha evolucionado la enseñanza en las últimas décadas. Previamente a que esta marea en forma de revolución digital inundara por completo nuestras aulas, la vida para los estudiantes y profesores giraba en torno a un bolígrafo, un lápiz, el papel y los libros. La tecnología está condicionando cada vez más la educación, y las formas tradicionales de aprendizaje están siendo remplazadas por entornos más interactivos y aulas dinámicas.

Es indudable el impacto de las nuevas tecnologías en la educación, que han venido a romper moldes en cuanto a la concepción del proceso de enseñanza-aprendizaje. Han obligado al profesorado a cambiar rutinas, desde la comunicación con el alumnado, pasando por el formato de presentación de la información o la evaluación, hasta las estrategias de enseñanza. Ofrecen una gran oportunidad para adaptar metodologías y actividades, así como para crear nuevos contenidos a través de ellas, y llevar al aula múltiples formas de transmitir contenidos. Esto facilita el aprendizaje a todo el alumnado y se adapta, de esta manera, a la diversidad que existe en las aulas.

Las nuevas tecnologías han de ser presentadas como herramientas de apoyo y desarrollo de conocimientos, habilidades, creatividad, pensamiento crítico y trabajo en equipo. Es fundamental que el alumnado sea capaz de utilizarlas de una manera tanto crítica como constructiva. En la actualidad, a través de Internet, los estudiantes están expuestos al bombardeo continuo de información. La educación del siglo XXI deberá hacer frente a las ventajas e inconvenientes, a los potenciales peligros de las nuevas tecnologías, sin olvidar la idea de que deberían ser utilizadas siempre que ayuden a los alumnos a convertirse en mejores personas, sin transformarse en esclavos de estas.

Nunca pueden ser un fin en sí mismas. Son un medio, al igual que muchos otros, que se debe utilizar para conseguir desarrollar un óptimo proceso de enseñanza-aprendizaje. No hay que estar a la última en la utilización masiva de aplicaciones que no han sido diseñadas, preparadas ni adaptadas a las características del alumnado.

Las nuevas tecnologías también tienen que estar al servicio de la comunidad y, sobre todo, deben ser aprovechadas y utilizadas para la adquisición de las competencias básicas necesarias para desarrollarse en el mundo actual. Pensando en aquellas acciones que las nuevas tecnologías nos permiten, vienen a mi cabeza multitud de ideas. Nos permiten observar, manipular, conocer otras realidades que no están en un papel, verlas en movimiento, e incluso, con el uso de tecnologías 3D poder tocarlas.

Es un hecho que las nuevas tecnologías aportan a la educación y a la sociedad tanto la flexibilidad como la adaptación a una sociedad cada vez más cambiante. Sociedad que depende de un enfoque tecnológico que le ayude a construir y adquirir conocimiento. Las nuevas tecnologías como herramientas añadidas a los modelos pedagógicos pueden convertirse en recursos valiosos para el aprendizaje, logrando formar estudiantes con competencias personales y profesionales idóneas para su futuro.

Repercusiones del uso de la mascarilla para alumnos con necesidades educativas especiales

La nueva realidad con la que hemos iniciado el curso escolar 2020/21 en el que todo está marcado por los protocolos puestos en marcha con motivo de la pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de reflexionar sobre múltiples aspectos. En este caso propongo una reflexión sobre el uso de las mascarillas obligatorias en edad escolar, a partir de los seis años de edad,  y cómo puede influir en el proceso de aprendizaje y de relación social de un determinado número de alumnos.

Estoy haciendo referencia al alumnado con necesidades educativas especiales asociadas a Discapacidad auditiva, Trastorno del Espectro del Autismo y Trastornos del lenguaje.

El uso generalizado de mascarillas como método de protección frente al virus en los entornos educativos tanto por parte de profesores como de los propios alumnos ha distorsionado y dificultado el proceso de enseñanza- aprendizaje al limitar la información gestual y mímica que asociamos al lenguaje oral.

La COVID- 19 y el uso de mascarillas también está afectando a la relación social entre iguales, pues con las medidas impuestas se han limitado las interacciones espontáneas verbales entre los compañeros, los juegos y actividades de ocio en el recreo.

En nuestra experiencia cotidiana recibimos mensajes tanto de docentes como de alumnos en los que manifiestan las dificultades tanto para expresar y transmitir mensajes orales por parte de los primeros como para entender y descifrar dichos mensajes por parte de los segundos.

Muchos alumnos refieren que no oyen bien al profesor, sabiendo que su capacidad auditiva no ha variado desde el curso anterior, pero sí ha disminuido su capacidad de comprensión oral por la distorsión en el mensaje que produce el uso de mascarillas.

Como orientadora en ejercicio que asesora y hace seguimiento a alumnado con necesidades educativas especiales quiero compartir mi reflexión sobre el efecto que estos elementos (mascarillas) que han pasado a formar parte de nuestras vidas pueden generar en alumnos que presentan trastornos o discapacidad que afecta a la comunicación.

En el caso de alumnos con discapacidad auditiva que presentan dificultades para captar el mensaje verbal del profesor debido a su déficit sensorial, el uso de las mascarillas supone privarles del acceso a la información visual que complementa el lenguaje oral. Estos alumnos hacen uso de mecanismos de complementación visual, lectura labial, para poder entender y decodificar los mensajes orales. El no tener información visual de la posición diferenciadora de los órganos articulatorios para poder discriminar un determinado fonema puede repercutir negativamente en el acceso a la información verbal y por tanto disminuir su accesibilidad a la misma.

Otro grupo de alumnos que también verá comprometido el acceso a la información por el uso de la mascarilla son los alumnos con Trastorno del Espectro del Autismo. La información mímica y gestual que acompaña a nuestro discurso verbal es clave a la hora de interpretar los distintos mensajes que intercambiamos en el acto comunicativo. En el caso de alumnos con autismo afecta no solo al momento de las explicaciones por parte del profesor en el aula, sino también en el propio intercambio comunicativo entre alumnos en espacios no reglados como el recreo, comedor, etc.

Por último hacer referencia a aquellos alumnos con Trastornos del Lenguaje, tanto de la comprensión como de la expresión que con el uso de las mascarillas también están perdiendo información visual que complementa el discurso oral para su correcta interpretación o que añade una dificultad “accesoria” a la hora de expresarse ya que si su producción oral ya tenía dificultades para ser comprendida por su interlocutor de forma habitual el uso de esta barrera física que se sitúa en la cavidad oral puede ser un elemento que dificulte aún más su capacidad de hacerse entender en el contexto educativo.

No podría terminar esta reflexión sin hacer partícipes a los maestros que en estos días se enfrentan a la dura tarea de educar en el contexto COVID-19 a los que pido un esfuerzo extra en la atención a estos alumnos más vulnerables. El ser conscientes de sus dificultades, preguntarles si han comprendido bien el mensaje, hacer uso de herramientas alternativas como pictogramas, mímica o cualquier otro elemento que potencie la comunicación puede contribuir a mejorar la vida de estos niños, afianzar sus aprendizajes y mejorar sus competencias en el entorno escolar.

La escuela lenta

Educar es un proceso lento. Las prisas en la escuela frustran a muchos maestros y desmotivan a los alumnos que, en innumerables ocasiones, adquieren un sinsentido de conceptos sin asimilar.

La idea de que el ritmo de la escuela es vertiginoso, acelerado y además impide un desarrollo personal equilibrado de los niños, es en la actualidad objeto de preocupación de muchos educadores y padres.

En 1992, Maurice Holt afirmaba “Las escuelas lentas propician el descubrimiento del gusto por el saber, mientras que las rápidas dan siempre las mismas hamburguesas”. Holt, profesor emérito de Educación en la Universidad de Colorado, sugirió en 2002 la importancia de comenzar el movimiento de la escuela lenta en su artículo Itś Time to Start the Slow School Movement (Es el momento de empezar el Movimiento de la Escuela Lenta). En él hizo una declaración de principios relacionando la lentitud que debe impregnar la educación y la escuela, con la necesidad de reaccionar frente a un modelo educativo basado en la medida de procesos y resultados, en la uniformidad y en la programación previsible.

Este modelo se opone así a las escuelas que centran sus fines en la obtención de resultados medibles. Si la evaluación de resultados es la única medida de los objetivos, ¿dónde quedan las experiencias educativas y aspectos como la “creatividad, el pensamiento crítico, la capacidad, la motivación, la persistencia, el humor, la fiabilidad, el entusiasmo, el civismo, la autocociencia, la autodisciplina, la empatía, el liderazgo y la compasión”? (p. 268).

En 2004, el escritor escocés Carl Honoré influye en el nacimiento y la extensión del movimiento lento en el mundo cuando publica su libro Elogio a la lentitud. En dicho ensayo señala la importancia de tomarse el tiempo necesario para hacer las cosas al ritmo apropiado.

El maestro y Director de escuela Joan Doménech Francesch escribe a este respecto Elogio de la educación lenta, en 2009. Un libro en el que elogia la educación lenta como medio para respetar los ritmos de la infancia y garantizar así un crecimiento armónico y equilibrado de niños y niñas que tenga en cuenta razón y emoción, mente y espíritu. El autor, tomando el título de Honoré (2004), propone una reflexión sobre el tiempo y la forma de organizarlo y gestionarlo en la escuela.

Señalando algunos autores que reflexionan sobre el tema y a los que es interesante leer, cabría mencionar, por ejemplo, a Gianfranco Zaballoni. En su artículo Por una pedagogía de caracol (2010) reflexiona: “¿Tenemos que correr verdaderamente en la escuela?, ¿debemos por fuerza secundar una sociedad que impone la prisa a cualquier coste?” (p. 23).

 P.J. Díaz Tenza expone en su libro Hacia una nueva escuela (2017): “La rigurosa geometría de la escuela fabrica niños reproductores, no niños pensantes. El temario impera, el curso avanza y la guía del profesor manda. El conocimiento se ofrece encapsulado y esto dificulta su digestión” (p. 66).

En cuanto al tiempo y al horario distribuido por disciplinas en la escuela, K. Robinson y L. Aronica señalan en 2016 que “es una de las características más exasperantes del horario convencional: tener que dejar una actividad antes de terminarla. En Escuelas creativas. La revolución que está cambiando la educación, publicado ese mismo año, argumentan: Si el horario es más flexible y personalizado, favorecerá sin duda el plan de estudios dinámico que los alumnos necesitan en la actualidad” (p.135).

La educación lenta, explica Doménech, resiste el ritmo que nos marcan sectores de la sociedad, de la administración, del sistema… Y que están caracterizados por una velocidad y una gran cantidad de conceptos a tener en cuenta y trabajar, pero que sin embargo no llegan a ser asimilados. El autor propone en su libro 15 principios para entender la educación. Principios que subrayan sobre todo una concepción global de la educación en la que el tiempo debe ser redefinido y en el que la prioridad debe ser la calidad en el aprendizaje. Pero quizás lo más destacable del libro son las 25 propuestas para desacelerar el tiempo en la escuela, medidas que posiblemente habrán sido debatidas por muchos maestros, pero que el tiempo no les posibilitó llevar más allá.

Esta corriente pedagógica es a mi entender una propuesta para repensar la educación escolar, una oportunidad para reflexionar sobre nuestra excesiva preocupación por las programaciones, los contenidos, la evaluación y el cumplimiento de los tiempos establecidos para todo ello. Como señala Doménech, el currículo actual ya refleja algunas ideas que se acercan a la educación lenta cuando habla de competencias, flexibilidad, autonomía, … a menudo el cambio es cuestión de actitud.

Entender que la educación es una actividad lenta merece al menos un tiempo de reflexión por parte de los educadores. “No puede haber orden cuando hay mucha prisa” decía Seneca. A fin de cuentas, las prisas nunca han sido buenas.