Los profesores Juan Manuel Herreros y Luis Felipe López han publicado un trabajo denominado «Estado autonómico y estado federal: clarificaciones conceptuales para el debate actual» en el número 169 de la Revista CEFLEGAL de febrero de 2015 .

Durante breves páginas reflexionan acerca de nuestro actual modelo de Estado y sobre la opción federal como posible solución para frenar el envite soberanista catalán. Como conclusiones principales destacan que el Estado autonómico puede ser situado dentro del concepto más amplio que llamamos Estado compuesto, definido por la existencia de varios centros de poder político (tanto legislativo como ejecutivo) con base territorial. En este orden, el Estado autonómico presenta importantes semejanzas con el Estado federal, principal prototipo de Estado compuesto, pero también algunas diferencias, sobre todo en el origen o momento fundacional de uno y otro sistema.

Mientras el Estado federal surge tras un proceso centrípeto, el autonómico (o en su caso el regional) lo hace tras un proceso centrífugo. El proceso centrípeto del Estado federal es consecuencia de la decisión soberana de Estados libres (constituidos normalmente sobre el concepto de «Nación») de unirse en una federación a la que ceden buena parte de sus poderes legislativo, ejecutivo y judicial. En cambio, hablamos de proceso centrífugo en el Estado autonómico (al igual que en el Estado regional) porque partimos de un Estado unitario que realiza una descentralización política, es decir, que cede parte de su poder político a entidades territoriales no sustentadas a priori sobre el concepto de «Nación soberana», sino sobre el de «región» (v. gr., el Estado regional italiano nacido en 1947) o en el de región o nacionalidad (v. gr., el Estado autonómico español).

Se siga uno u otro proceso, el resultado puede llegar a ser el mismo si se garantiza suficientemente la autonomía de todas las entidades y si se asegura una estructura institucional que permita la toma de decisiones conjuntas. Resulta esencial este último aspecto ya que el federalismo es un sistema de unión y de decisiones que afectan a todos y deben ser participadas por todos, para lo que también resulta necesario la existencia de una auténtica constitución, no un tratado internacional, que por su propia naturaleza impida las decisiones radicales unilaterales.