Según el Informe sobre Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas, más del 26% de la población mundial es pobre lo que implica que unos 4.000 millones de personas viven con menos de 2 dólares al día. Estas personas son mucho más vulnerables a todo tipo de riesgo (como riesgos de fallecimiento, enfermedad, accidentes, pérdidas patrimoniales por robo o incendio, desastres naturales, etc.) y además esta vulnerabilidad incrementa cada vez que sufren una pérdida porque no disponen de recursos económicos necesarios para reponerla o carecen de cualquier tipo de protección en materia de seguridad social.
Las personas con rentas más bajas en los países en desarrollo están sometidas a una mayor frecuencia e intensidad de los riesgos derivados del cambio climático y el aumento de la urbanización derivada del espectacular aumento demográfico vivido en las últimas décadas.
Como consecuencia de ello, los diferentes gobiernos e instituciones internacionales inciden cada vez más en el desarrollo de sistemas de seguro para estos sectores de la población que reduzcan la vulnerabilidad a la que están sometidos.
Los programas de microseguros desarrollados en la actualidad no se limitan exclusivamente a la cobertura de los riesgos relacionados con la vida de las personas para asegurar el pago de las deudas contraídas a través de los productos de microfinanzas. Desde el punto de vista de las compañías que los ofrecen, la oferta de este tipo de productos incrementa su valor de marca, a través de la creación de una amplia base de clientes y de la contribución al crecimiento económico y del sector asegurador en los países emergentes. Sin embargo, la puesta en marcha y mantenimiento de dichos programas no está exenta de importantes dificultades derivadas de la ausencia de datos fiables y la elevada volatilidad de los siniestros que hacen prácticamente imposible la realización de cálculos actuariales ajustados a la realidad de los microseguros, el analfabetismo de los sectores de la población a los que se dirigen los microseguros, que no entienden en concepto de cobertura aseguradora y la escasez de canales de distribución para su comercialización. Entre las posibles soluciones a este tipo de situación se encuentran recurrir a actuarios expertos en microseguros que brinden asistencia técnica para la resolución de los problemas que puedan surgir en el desarrollo de los diferentes programas así como para realizar un seguimiento de las declaraciones de siniestros con el objetivo de encontrar un patrón de comportamiento que permita realizar una modelización. De esta forma, se podrían identificar aquellas categorías de daños que pueden cubrirse a través del microseguro y aquellas otras cuya cobertura puede limitarse a la prevención. Por otro lado, sería necesario estudiar las necesidades concretas de los clientes potenciales para ofertar en el mercado aquellos productos que mejor se adapten a sus necesidades y utilizar las instituciones de microfinanciación consolidadas con canales de distribución apropiados para estos productos, que generen confianza y permitan realizar operaciones de estas características a pequeña escala.

(Extraído de Microseguros: acceso a la cobertura del riesgo para los sectores de población con rentas más bajas en los países en desarrollo. Elaborado por María José Pérez-Fructuoso)