En los últimos años se viene desarrollando un debate sobre la importancia de la logística en el ámbito empresarial, alrededor de una serie de medidas estratégicas y operativas encaminadas a mejorar la gestión del flujo de materiales y de información en los procesos de aprovisionamiento, de fabricación y de logística de distribución.

A la par, se observa una importante mejora en el marco de la optimización de la gestión de la información que se deriva de ello, ya que los flujos de materiales y de información no deben ir siempre unidos y ciertos aspectos de los procesos logísticos pueden producirse en una esfera virtual. Esto surge por dos motivos, a saber: por un lado, se redescubre el potencial de la logística en su vertiente de generación de ventajas competitivas, cada vez más desde un enfoque orientado al marketing y menos a la ingeniería y, por otro lado, se ha desarrollado una serie de métodos de gestión que facilitan la implantación de programas que van más allá del incremento de la eficiencia de las organizaciones (mejorar servicio y coste en las líneas de productos clásicas) y que, en muchos casos, permiten redefinir o rediseñar los modelos de negocio (aportando innovación y respuesta rápida a las nuevas líneas de producto).

El entorno competitivo y su perfil globalizado ponen de manifiesto la relevancia del oportuno manejo de la logística de distribución. La facilidad de acceso a nuevos mercados obliga a rediseñar las redes de distribución y, cada vez con mayor frecuencia, a relocalizar las capacidades productivas y a definir un modelo global de gestión de compras. Todo ello confluye en un aumento de la presión competitiva, derivando en una base de clientes cada vez más exigentes respecto a la propuesta de valor que les ofrece la empresa.

Por tanto, el plano de la distribución moderna se convierte desde el nuevo enfoque de logística en protagonista dentro de claro requerimiento de orientación al cliente. No obstante, las estrategias y operaciones de las empresas suelen estar más orientadas a cuestiones de tipo tecnológico y poco hacia estos nuevos enfoques. Este planteamiento se encuentra en plena concordancia con la visión externa de mercado en logística, es decir, mejora de las variables competitivas de innovación, flexibilidad, calidad, servicio y coste.

Dentro del marco de las ventas, donde se rentabiliza el negocio, el objetivo principal que buscan las empresas cuando incorporan el «factor logístico» se orienta hacia la consecución de fórmulas que minimicen costes, mejoren los niveles de servicio y acorten el tiempo de respuesta, sin que esta triple perspectiva no provoque una interpretación contradictoria. Es más, la logística es una de las escasas actividades en la empresa que es susceptible de reducir el coste a la vez que se convierte en un factor diferenciador en servicio o tiempo. No obstante, no son muchas las empresas que conocen exactamente su «factura total» asociada a sus costes logísticos, bien sea por las carencias de los sistemas contables o incluso por el impacto de la externalización de costes. De igual modo, no son muchas las empresas que cuentan con la definición de una política formal de servicio al cliente que vaya más allá del «mejor servicio posible», es más, ni siquiera se tiene un cuadro de indicadores o de métricas adecuadas para su gestión. Lo que es claro es que una actividad logística añade valor al cliente si es considerada relevante, y si se aproxima al cliente o le aporta atributos diferenciadores.

La figura 1 expone que la mejor situación para el tratamiento de los costes logísticos es la búsqueda de la optimización del binomio servicio-coste con el fin de evitar sobrecostes, en vez del tradicional enfoque del mínimo coste, dado que, por ejemplo, con un esquema de costes mínimos, una huelga de transporte en Italia podría suponer la pérdida de los ahorros conseguidos durante los últimos años.

Figura 1. Costes logísticos

Si nos centramos en la variable tiempo, la eficacia logística es muy relevante para aquellos sectores en los que la moda o la tecnología son determinantes, y, por tanto, se valora sobremanera la rapidez. Por ejemplo, Zara tarda menos de tres semanas desde la elaboración del diseño hasta que la ropa llega a sus tiendas. Fuera de Europa, todos los pedidos se sirven en avión. El tiempo de respuesta es la gran fuente de ventaja competitiva de la empresa.