CASO PRÁCTICO

Caso: Borrachera de dinero

Todo empezó en 2003, cuando el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, empezó a hablar del peligro de deflación, es decir, de una caída de los precios. Ese es uno de los fenómenos más peligrosos en una economía, porque si los precios caen es que la gente no consume. Así que Greenspan, con la ayuda de uno de sus más cercanos asesores en la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, promovió una drástica bajada del precio del dinero hasta el 1%. Eso supuso una masiva inyección de liquidez en la economía y una relajación del crédito. Greenspan, así, incumplió la que debe ser la primera obligación de un banco central, que es «llevarse el alcohol cuando la fiesta todavía no ha acabado», por utilizar la frase de William McChesney Martin, que dirigió la Fed en los años cincuenta y sesenta. El banco central inyectó más dinero de la cuenta en EE UU. El resultado fue una borrachera. Y de las grandes.

Con el exceso de liquidez, los bancos empezaron a conceder créditos inmobiliarios a más y más gente. ¿Por qué? Porque, con el precio del dinero oficial tan bajo, apenas les quedaba margen de beneficios en las cuentas y depósitos. La clave era crear hipotecas, en las que el cliente pagaba un interés, con lo que el banco obtenía un beneficio.

Al principio, los grandes bancos rechazaron entrar en ese juego, porque se estaban empezando a romper todas las normas de control de riesgos. Pero ante los avances de la competencia, ellos también tuvieron que empezar a hacerlo. Así, en poco tiempo, se estaban concediendo liars loans («créditos mentirosos») a personas que no solo no cumplían los requisitos necesarios para acceder a ellos, sino que estaban mintiendo sobre sus ingresos (frecuentemente, con el respaldo de los bancos). Greenspan animó, además, a que los estadounidenses tomaran hipotecas a renta variable, algo poco frecuente en EE UU.

A su vez, los bancos vendían esas hipotecas. En otras palabras: las transformaban en bonos y las colocaban en el mercado de renta fija. Con esa estrategia, en teoría, se diversificaba el riesgo. Y para diversificarlo aún más empezaron a mezclar diferentes tipos de hipotecas y de activos en un mismo bono («derivados»). De esta manera, todos estaban contentos. El consumidor, porque accedía a hipotecas baratas, frecuentemente con un periodo de carencia de dos años hasta que los intereses empezaban a variar. El banco, porque tenía clientes y a su vez se deshacía de esas hipotecas, algunas de las cuales, evidentemente, iban a presentar problemas cuando la Reserva Federal subiera los tipos de interés. Los tenedores de bonos, porque tenían numerosos activos a su disposición que, además, podían asegurar sin problemas, porque las agencias de calificación de riesgos, que miden la solvencia de las emisiones, daban a esos títulos calificaciones excelentes.

Después, las cosas se fueron complicando. Los bancos aprovecharon para sacar de sus balances los bonos basados en hipotecas; creando conduits o vehículos especiales de inversión, que son entidades vinculadas al banco pero jurídicamente independientes de él. Esos conduits compraban las hipotecas, con lo que estas no estaban en el balance de los bancos. A su vez, los bancos empezaron a prestarse dinero unos a otros utilizando como garantía esos créditos hipotecarios. Y entraron los hedge funds, que son fondos que no están regulados, por lo que suelen correr riesgos mucho más grandes. Estos también compraban y vendían bonos y se endeudaban utilizando esos mismos bonos como garantía; bonos de elevado riesgo, dada la cadena establecida.

A partir de 2004, la Reserva Federal empezó a subir los tipos de interés. Pero lo hizo de una forma extremadamente gradual, con lo que la secuencia no terminó. Solo a finales de 2006, la combinación de unos tipos más altos y el término  del periodo de carencia en muchas hipotecas empezó a hacer mella en quienes habían contratados créditos subprime, es decir, de alto riesgo.

Y así fue cuando el proceso empezó a venirse abajo. Los primeros impagos cuestionaron la solvencia de todo el sistema, dado que los bonos incorporaban hipotecas (y otros activos) de diverso tipo. Y no se sabía si lo comprado valía algo o no, es decir, si los bonos utilizados como aval para pedir un crédito tenían algún valor. La Reserva Federal y los demás bancos centrales occidentales respondieron inyectando más liquidez en la economía, con la esperanza de que, con más dinero en circulación, el mercado se desatascara. Pero la pérdida de confianza y el miedo era demasiado grande, algo comprensible en el comportamiento usual del sistema y los mercados financieros. Hasta la fecha, la crisis ha costado al sector financiero alrededor de 700.000 millones de euros en pérdidas. Y la factura final puede ser el doble, sobre todo a medida que los bancos europeos, que hasta ahora no han declarado lo que han caído sus activos, empiecen a admitir sus minusvalías.

Así se ha llegado a la actual situación, en la que se produce lo que se llama una contracción del crédito. Nadie presta dinero a nadie porque nadie sabe si el otro es solvente. El pánico es tan grande que las entidades financieras han dejado de conceder créditos a las empresas que no están involucradas en estas operaciones y a los consumidores. Ahora EE UU espera solventar la crisis haciendo que el Estado compre a las empresas financieras casi 500.000 millones de euros de esos bonos a los que  se denomina «activos tóxicos». Y la UE está debatiendo una medida similar en Europa, con un coste de otros 300.000 millones. La cuestión es que estas actuaciones puedan solucionar todo el problema citado y además, es posible que lleguen demasiado tarde para evitar una recesión mundial.

PREGUNTAS DEL CASO

  1. ¿La situación actual es responsabilidad de bancos, estados, consumidores o empresas?
  2. ¿Se debería regular más a los bancos?
  3. ¿Es importante que las economías domésticas tengan mucho dinero para consumir?
  4. ¿Deben tener límites las empresas a la hora de endeudarse?

PREGUNTAS DE DISCUSIÓN

  1. ¿Conoce alguna razón que justifique la importancia de la función financiera en estos últimos años?
  2. ¿Cree que en España los bancos y cajas de ahorro son importantes en la financiación de la empresa española?
  3. ¿Les afecta a las empresas el tamaño para diferenciar las funciones del departamento financiero?
  4. ¿Por qué no debe tener la empresa sus documentos fiscales en manos de una persona externa a la misma?