El sistema técnico representa el conjunto de procesos, métodos, tecnologías e instrumentos que facilitan el desarrollo de bienes y servicios de la empresa, de esta forma, se trata del esquema que se ciñe al proceso de transformación de valor en la organización.

Las actividades, tareas y operaciones del sistema se analizan en términos reales (circulación física) y monetarios (circulación financiera). Para identificar la eficiencia técnico-económica se utilizan los conceptos de productividad y rentabilidad. En cuanto a la primera, se han expuesto los diferentes niveles de la misma, parcial o de cada factor, y global o correspondiente al excedente global logrado por una compañía en dos periodos consecutivos. En ambos casos, se miden tanto en unidades físicas o técnicas, como en monetarias o precios. En virtud de la segunda, habría que distinguir entre rentabilidad económica o sobre la inversión (ROI), o los activos netos totales (ROA) o sobre las ventas (margen de ventas o ROS) y entre la rentabilidad financiera o sobre los recursos propios (ROE).

El sistema técnico se compone por el sistema de inversión, el sistema de financiación, el sistema de producción (operaciones) y el sistema de comercialización (marketing). Tales componentes determinan una circulación económico-financiera concreta que según su temporalidad o vinculación a uno o varios ejercicios económicos clasificándose en dos ciclos: el de la explotación y el del capital. Este muestra las dinámicas relativas a la captación de recursos financieros, la aplicación en activos o inversiones y la generación de nuevos recursos o retornos (desinversión) a través de la tarea productiva, remunerando así a inversores en virtud de las aportaciones de capital realizadas, o incluso considerando la reinversión (autofinanciación).

El mencionado ciclo de explotación expone la circulación clásica «dinero-mercancía-dinero», centrada en el desglose de una serie de fases: aprovisionamiento, producción, venta y cobro. El sumatorio de estas fases concreta el «periodo medio de maduración», término que expresa el plazo promedio en un ejercicio que tarda la empresa en recuperar una unidad monetaria invertida en el activo circulante. Dado que existen créditos de provisión o aplazamientos de pagos, este concepto permite el cálculo del capital circulante mínimo o fondo de maniobra que requiere la organización.

Por su parte, la inversión representa un proceso de materialización de recursos financieros en activos productivos. Este planteamiento implica su desarrollo en el marco de diferentes formas y objetivos, dando lugar a diversas clases de inversión. Entre las opciones existentes cabe recordar la importancia del carácter simple o «no simple» (al menos un flujo de caja negativo, al margen del desembolso inicial) en el cálculo de la tasa interna de rentabilidad.

El análisis temporal del conjunto de inversiones se lleva a cabo a través del cálculo de los flujos de fondos (flujos netos de caja) que responden a la diferencia entre cobros y pagos de cada periodo.

Los criterios más utilizados para la selección de inversiones son: el plazo de recuperación (pay back), el valor actual neto (VAN) y la tasa interna de rendimiento (TIR). El primero, es un criterio claro de liquidez; el segundo, resulta ser el más equilibrado, con menos críticas operativas, tratando de llevar al momento presente los distintos valores de los flujos de caja descontados a un tipo de interés determinado por el valor del dinero en los mercados financieros con un riesgo e inflación aceptables o normales. Finalmente, el tercero, es característico de un enfoque de rentabilidad, condicionado con el coste de los recursos financieros utilizados.